Etiquetado: envejecimiento

«Y llovieron pájaros»

Nuestra compañera Edurne Martín Lecuona, miembro del Jubilar Villa Rosita y de la Comisión Gestora de la Asociación, comparte una recomendación cinematográfica: «Y llovieron pájaros», una cinta basada en la novela homónima de Jocelyne Saucier. La película es una buena excusa para disfrutar de un par de horas frente a la pantalla y un relato muy sugerente para orientar algunas de las conversaciones de nuestros jubilares.

Fotograma de la película

En febrero,  antes de que apareciera el coronavirus, tuve la suerte  de asistir a una sesión de cine internacional. Presentaban una película canadiense dirigida por una mujer (Louise Archambault ) basada en una novela de una autora también canadiense: “Y llovieron pájaros”. Cuando salimos del cine comentamos, entre el pequeño grupo de asistentes, lo mucho que esta peli podría aportar para la reflexión sobre cómo afrontar los últimos años de la vida.

Soy socia de una cooperativa, Jubilar Villa Rosita, llevamos varios años trabajando en la construcción de esta nueva forma de vida. Por eso hoy me atrevo a recomendárosla, porque pensé que es buena para un fórum.

En medio de unos paisajes bonitos de bosques y lagos nos presentan a un grupo de personas mayores, que por diversas razones quieren seguir viviendo con libertad y  con dignidad su vida. Son personas peculiares, cada uno con su historia personal y unidos por un sueño común, la vinculación con la tierra, las relaciones de amistad y de amor, la libertad para vivir y para decidir sobre el final de su vida.

Aunque el ambiente está alejado de nuestra realidad social, los personajes y el planteamiento de la película nos llevan a darnos cuenta de lo importante que es conocer y comprender las necesidades de todas las personas.

Qué falta y qué se puede mejorar en la arquitectura para los mayores

Hay mucho que reconsiderar en el mundo de la arquitectura y urbanismo «para todas» las personas. Para avanzar en la accesibilidad universal, en la creación de espacios para la participación y la autonomía personal, necesitamos miradas críticas que pueden provenir de colectivos diversos. El de personas mayores es uno de ellos. La exposición EnvejezANDO, del Colegio de Arquitectos de Madrid, nos parece un buen síntoma de que algo está cambiando…

Blog Envejecimiento [en-red]

Isabel Fernández Morales. Envejecimiento en red

Definir en qué mundo nos gustaría vivir, arquitectónicamente hablando, es uno de los objetivos de una exposición que estos días podemos visitar en Madrid, y que recorrerá diversas ciudades españolas los próximos meses. Bajo el título de “Envejezando” reflexiona sobre el diseño para todos, la arquitectura y los mayores.

‘envejezANDO’ Diseño para todos: Arquitectura y Tercera Edad’ es la exposición itinerante que ha comenzado su andadura en el Colegio oficial de arquitectos de Madrid y es el resultado de una investigación llevada a cabo por la arquitecta Paz Martín Rodríguez, proyecto realizado con una beca de la Fundación BBVA. Ella ha analizado cuál es la situación actual de la organización urbana desde el punto de vista de las personas mayores y ha recogido datos sobre la planificación urbana, el hogar y los espacios para el entretenimiento. Ha detectado carencias y ofrece…

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Tallar sonrisas. El arte de envejecer

Hace más de tres años que el viejo José Luis Sampedro se nos fue. El que proclamara, no el derecho a la vida, sino el deber de vivirla, aquél a quien no le importaba tanto para qué vivir sino para quién, murió aprendiendo a vivir (pero satisfecho por haberlo intentado). Sampedro se fue quizá con una sonrisa de gozo en los labios, la que quedó grabada para la eternidad en el famoso sarcófago etrusco:

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Otro viejo entrañable quedó extasiado precisamente ante esta sonrisa petrificada del sarcófago de los esposos de la Villa Giulia. Se trata del que salió de la pluma de Sampedro y es el protagonista de  La Sonrisa Etrusca, un hombre solo y enfermo que se ve trasladado por su hijo a una ciudad y casa ajena, y que sin embargo logrará ir rehaciendo su vida, entre otras cosas, por amor a su recién conocido nieto. Hemos releído esta gran novela y queremos compartir algunas reflexiones sobre el envejecimiento. Nos permitiremos tornar la ficción en realidad por cuanto describe situaciones, personas y afectos conocidos. Así la experiencia del viejo Bruno puede servirnos como paradigma que ilustra muchos de los principios que desde nuestra asociación defendemos y pretendemos divulgar:

Destruyendo estereotipos. Construyendo una vejez saludable

Sonrisa EtruscaFrente al estereotipo de vejez como inutilidad, los torpes dedos del anciano cobran vida cuando la actividad realizada es significativa para su vida, cuando quiere vestir al nietecito: «¡Qué sorpresa la suya al verle abrochar el vestidito sin dificultad! Nadie sospecha cuánto ejercicio le ha costado por las noches. Sí, aun son capaces de aprender sus dedos; aún no se le han oxidado las coyunturas…» Siempre se puede aprender, siempre pueden surgir nuevas capacidades. El secreto (muchas veces lo olvidan las intervenciones institucionalizantes) es que tengan sentido para la persona.

Frente al estereotipo de vejez como retiro de la vida («retirement», llaman en inglés a la jubilación), el viejo revive cuando comprende que puede seguir aportando a los demás. Como decía Viktor Frankl, quizá no es tan importante qué espero de la vida, sino qué espera la vida de mí… Así por su nieto deja de fumar, y se arregla, y ahorra, y vive… Por su nuevo amigo el estudiante, sube al árbol y le enseña a podar. Le enseña porque sabe, eso estaba ahí en su cabeza, no está retirado… «Al viejo le reconforta ser útil». ¿Y a quién no?

Frente al estereotipo del hombre maduro completado, el viejo sigue en proceso de desarrollo, asume nuevos intereses, roles y emociones. Se transforma (¿se descubre?) como alguien nuevo, más… ¿femenino? En este sentido, un asunto recurrente en el libro es la confusión por una reconsideración de roles que hace incluso tambalear su propia hombría. Su nuera tiene una carrera triunfante, mejor que la de su marido que, por otra parte, ¡se dedica a bañar a un bebé!… Se descubre, él tan hombre y mujeriego, sus propias «manos femeninas» cuidando de su nieto. «Es tan bonito achuchar ese cuerpecito contra uno (…) Me crece dentro algo blando, tierno, ya ves… Antes me reía de eso: ¡cosas de mujeres!…» Y cuando cuida de la Hortensia… «¡Qué hombre eres!». Y él se espanta: «¿Cómo? ¿Eso es ser hombre?» «¿Acaso sus actuales tareas, haciendo tanto de niñero con botoncitos y pañales, pueden transformar a un hombre?»

Frente al estereotipo de la persona mayor como mero objeto de cuidados, el viejo demuestra que puede ser sujeto cuidador. Y gracias al amor (que no tiene edad) descubre el placer de cuidar al otro, como cuando lo hace con su querida Hortensia: «¿Por qué no lo habré hecho más, esto de cuidar así?… Y ¿cómo iba a saberlo yo, si nadie me lo enseñó, si me crié a puñetazos contra todo?»

Frente al estereotipo del lugar propio para la tercera edad, el viejo señala lo obvio: el lugar adecuado para cualquier persona (también la mayor) es aquél que favorece su autonomía y dignidad, y aquel donde una misma quiere estar. En el «club de animación para la tercera edad» se supone que pueden elegir sus actividades, tienen buenas instalaciones, etc… Pero es la nuera quien le ha llevado a esa autodenominada «Casa de la Alegría» y él no ríe. Tampoco es el lugar, es la gente: «¿Y todos son así? (…) Así de…, de viejos y eso». ¿Quién decidió [por él] que esas personas le son afines?

Frente a la atención centrada en el puro servicio sanitario, la atención centrada en la persona que ofrece ese médico que comprende al viejo, que le da tiempo y confianza, que atiende compartiendo recuerdos y experiencias. Quizá lo hace porque adolece de la misma enfermedad que él, o porque sencillamente muestra humanidad.

Nuestras cosas. Nuestro hogar.

La sonrisa etrusca. Con Héctor Alterio y Julieta Serrano

Mi manta, mi vida. Y puedo compartirla

A lo largo de las páginas del libro se muestran las múltiples incomprensiones debidas a una mala comunicación. Los hijos «son todos iguales, viven su vida. Bueno, también yo la viví de joven». Hay celos hacia la nuera, falta de empatía. El hijo en general tampoco le comprende, el viejo se lo calla todo… El entorno físico no ayuda: no es su casa, es la de su nuera. Las barreras psicológicas se construyen asimismo con una relación directiva por parte de los que con cariño (eso sí) creen querer ayudarle prohibiéndole aquéllo que sin embargo a él le llevan a su lugar de origen, a su mundo. En la casa falta libertad y empatía. Y sin embargo, fuera de ella, donde el viejo se siente verdaderamente libre, donde alguien le escucha (y él por tanto puede a su vez escuchar), y sobre todo entre iguales (Hortensia), la comunicación fluye, y se descubre (también se escucha a sí mismo), y siente, y da.

De la misma forma el viejo conserva, aunque sea a escondidas, sus cosas, las que permanecen: la manta, el queso… Esas cosas son su hogar. Un hogar que no es estático; así, la bufanda vieja la sustituye por una nueva (retiene la vieja, vacila… cuesta asumir el riesgo), sí, porque es regalo de la Hortensia, su nuevo proyecto, su amor…

La oportunidad

Frente un habitual desprecio por la memoria de las personas mayores (a menudo asumido por ellas  mismas como chocheo), el viejo del libro muestra la alegría del que tiene un tesoro con potencial para ser compartido. No siempre, claro. Sólo cuando tiene la oportunidad. Así, es verdaderamente emocionante el capítulo en que las circunstancias facilitan al viejo que pueda hacer él la cena a su hijo… «Renato observa con más atención la cara de su padre: un fauno con sonrisa de gozador. ¿Qué le ocurre? ¡Cuánta vida en los ojillos rodeados de arrugas!» Las siguientes líneas son una verdadera comunión con el hijo, memoria compartida, diálogo sobre el anticipo de la muerte, un abrazo amoroso… A nuestro juicio sólo hay una explicación para un momento tan intenso, para tanta vida en el viejo: él mismo eligió y cocinó las migas, las suyas, las que le gustaban tanto a su hijo, y ha tenido la oportunidad de compartirlas con él. Lo demás viene por añadidura, es el resultado creativo de la participación.

La doble sonrisa

amigas miran hacia adelanteLa Sonrisa Etrusca es un libro sobre el amor en sentido amplio, sobre la necesidad pero también la obligación (recién descubierta por Bruno) de darse al «Otro». Mirando a otras personas el viejo se descubre y revive. Y sonríe.

Como en la pieza de terracota, la sonrisa sólo se justifica por el amor. La sonrisa necesita ser plural. La sonrisa compartida, como en la escultura etrusca, sea en pareja, o con amistades, mira además hacia adelante.

La prometedora revolución del envejecimiento global

Un fenómeno mundial: cada vez hay más personas mayores (vivimos más años) en el conjunto de una población donde cada vez hay menos jóvenes (debido al paulatino descenso de la natalidad). Todos los días escuchamos o leemos noticias sobre «el problema» del envejecimiento, trasladando de forma más o menos consciente una imagen estereotipada que sitúa a las personas mayores como el origen de los males de esta situación:

envejecimiento y pensiones

envejecimiento y PIBLas proyecciones demográficas hacia el temido 2050 a menudo se superponen a la coyuntura de crisis económica global (elevado paro, escasez de cotizantes, economías en recesión…) y en contadas ocasiones se anticipa en el análisis una situación que tenga en cuenta ese mundo de oportunidades que el aumento de personas mayores ofrecerán a la sociedad: por ejemplo como consumidores, o como recursos humanos de alto valor por ejemplo por su experiencia o madurez ante las tomas de decisiones.

José Luis de la Serna, en su artículo de El Mundo de esta semana se centra en la salud: aquí el reto está en la imposibilidad de un sistema sanitario que debería hacer frente a una cifra desorbitada de dolencias achacables a la edad. Este médico cifra en un 75% las causas debidas al estilo de vida y las desigualdades sociales, e incide en el problema de la soledad como causa de deterioro de la salud, y la necesaria implicación y compromiso personal como clave en el desarrollo de la medicina y solución para mantener nuestra propia salud.

En cualquier caso, aunque decimos que el fenómeno del envejecimiento de las poblaciones es mundial, la experiencia de envejecer es muy distinta según en qué lugar del planeta se viva. Así, en una serie de estudios de la revista «The Lancet» se muestra un panorama donde «en la mayor parte de los países de mundo el bienestar subjetivo desciende con la edad, salvo en los países anglosajones con elevados ingresos»

Vivir en un país rico desde luego ayuda al bienestar de las personas mayores, pero se pueden añadir matices. El pasado día 6 de noviembre tuvo lugar el encuentro «Derechos y Bienestar. Una sociedad para todas las Edades», convocado por la Mesa Estatal por los Derechos de las Personas Mayores. Un acto que sirvió, tras la exposición de varios expertos sobre el tema, para presentar el informe Agewatch 2014 (Índice Global del Envejecimiento) realizado por Helpage.

Este informe, como comentábamos hace un año, pretende aportar una visión acerca del bienestar económico y social de las personas mayores de todo el mundo, analizando de forma cuantitativa distintos indicadores dentro de los ámbitos seguridad de ingresos, estado de salud, competencias (educación y empleo), y entorno favorables.

España está situada en el puesto 21, siendo el tercer país de la lista en cuanto al estado de salud. Pinchando en la imagen se puede observar con más detalle la valoración de cada uno de los indicadores para nuestro país (en inglés). El resumen del informe en español se puede descargar aquí.

agewatch spain

Población envejecida: ¿decadencia o prometedora revolución?

Julio Pérez Díaz, demógrafo del CSIC, presentó en la mesa comentada una reformulación del asunto que estamos tratando: el mal llamado «envejecimiento poblacional» es una expresión que simplemente pretende alarmar. Hace un siglo, cuando la esperanza de vida al nacer era de menos de la mitad que hoy, Spengler escribía La Decadencia de Occidente, y posteriormente las dictaduras comenzaron a imponer políticas natalistas para contener ese supuesto peligro de la reducción del número de nacimientos. Según Pérez Díaz la realidad desmonta esa «decadencia». Lo que podemos observar empíricamente es que ha ocurrido todo lo contrario: no solo vivimos más , sino que hemos logrado hacer «mejores» seres humanos: mejor cuidados, con mejores estudios… en definitiva vivimos mejor.

La clave de todo ello no son las políticas públicas ni la consecución de objetivos previamente diseñados (no vivimos más porque nos lo hayamos propuesto) sino sobre todo por un cambio de valores y de comportamiento de las personas (por ej. nos cuidamos más). Pérez Díaz afirma que la situación que vivimos se explica principalmente desde la «Teoría de la revolución reproductiva»: la liberación de la mujer va acompañada de la transformación de una sociedad cada vez más productiva, más «eficiente» en el sistema reproductivo: hoy en España tenemos una media de 1,3 hijos por mujer, pero también también hay que pensar que no necesitamos tener 4 ó 5 hijos para lograr que sobreviva alguno (ya no mueren el 50% de los niños menores de 5 años, como ocurría hace un siglo).

«Mejorar la eficiencia reproductiva es una fórmula de éxito en todo el planeta». La revolución va extendiéndose en todo el mundo, aunque existen grandes desigualdades. En todo caso, concluyó Pérez Díaz, «demográficamente entramos en una etapa llena de promesas».

Esas promesas se pusieron de manifiesto en la mesa cuando la doctora Laura Ponce de León habló de un hecho extraordinario, el que sitúa a las personas mayores hoy como «salvadores de la familia». Cuando son ellas las que están poniendo los medios económicos para que subsistan todos los integrantes del núcleo familiar, cuando son ellas las que se están ocupando de los nietos mientras sus madres y padres trabajan… entonces «¿quién es el dependiente?».

Abuelos canguro. Fotografía: Maika Salfuero, para El Correo

Abuelos canguro. Fotografía: Maika Salfuero, para El Correo

El informe Agewatch 2104 se centra en la cuestión de las pensiones. Según Toby Porter, Director Ejecutivo de HelpAge International “La velocidad sin precedentes a la que está envejeciendo la población mundial supone un reto para los responsables de las políticas” . “Solo si actúan ahora tendrán la oportunidad  de cubrir las necesidades de sus ciudadanos y mantener sus economías”. Casi todos los países tienen algún tipo de pensión pero en las últimas dos décadas ha habido un gran incremento de las pensiones no contributivas o “pensiones sociales” financiadas a través de los impuestos. Ahora existen en más de 100 países y tienen el potencial de crear un ingreso básico regular para las personas mayores más pobres.

Y es que, como dijo en la misma mesa del día 6 de noviembre la Secretaria General de la OISS Gina Magnolia Riaño, las pensiones contributivas (las que dependen de las cotizaciones por el trabajo) son una fuente de injusticia social en lugares como América Latina, donde existe un altísimo nivel de trabajo informal. Es fundamental comprender que se es ciudadano independientemente de tener un trabajo formal. Es necesario implementar «políticas para dar techo, para garantizar derechos, independientemente del trabajo. Se trata del reconocimiento a la dignidad de las personas.»

Charles Knox-Vydmanov, coautor del Global Age Watch 2014,  explicó el relativamente bajo coste de este tipo de pensiones (sociales, o «no contributivas») en todos los países. Se pueden calcular en la página www.pension-watch.net para cada uno de ellos.

La respuesta está en las personas implicadas

¿El desafío es tan solo un sistema de pensiones sostenible? Hablamos de sostenibilidad como la forma de satisfacer las necesidades de la sociedad actual sin comprometer las de generaciones futuras. Ahí está el reto.

La solución a un problema complejo fácilmente implicará a muchas áreas de trabajo. Hemos de reinventar todo un sistema dirigido a un tipo de sociedad con necesidades cambiantes. El geógrafo Jared Diamond, en esta interesante charla TED simplifica la cuestión oponiendo nuestra sociedad «tradicional» a una «moderna». La futura sería una sociedad que recupera algo de aquélla primera. En todo caso el cambio se fundamenta en una reformulación de valores y la adopción de recursos humanos (lo que él llama «utilidad» de las personas mayores):

Visto todo ello… ¿quién hará frente a ese desafío que plantean las personas mayores? Evidentemente, las propias personas mayores. La respuesta a «la falsa alarma del envejecimiento poblacional» está en nosotros mismos. Seremos los que redefinamos nuestros valores, los que asumamos la responsabilidad que hoy las instituciones han robado a las propias personas, seremos las que señalemos otras vías de distribución de los recursos, nuevos (o renovados) sistemas sociosanitarios, de seguros o residenciales… Por suerte, como dice Jared Diamond, los viejos  «son mejores que los jóvenes supervisando, administrando, asesorando, pensando estrategias, sintetizando, enseñando y concibiendo planes a largo plazo». Así, mientras los jóvenes se asustan con un futuro amenazador, las personas mayores iremos paso a paso transformando ese mundo prometedor en que vivimos.

Espacio, lugar y envejecimiento

construyendo el espacio para envejecer

Persona mayor haciendo, por ella misma, del espacio… un lugar

Una de las definiciones comúnmente aceptadas del envejecimiento es aquella que lo define en relación a unos «cambios irreversibles e intrínsecos a todos los miembros de una misma especie, de manera que, con el paso del tiempo, se vuelven cada vez menos capaces de afrontar las exigencias del ambiente…» (Handler, 1960)

La citada concepción del envejecimiento como paulatina inadaptación al medio nos resulta sugerente, puesto que desde el mundo de la geriatría y la gerontología se ha trabajado tradicionalmente más en los procesos de cambio que sufre el individuo, y no tanto en la adaptación del medio de forma que se reduzcan o eliminen esas «exigencias del ambiente».

El trabajo de nuestra asociación se centra precisamente en la transformación del entorno físico y social en que envejecemos. Hoy recopilamos algunas vías para facilitar que las personas sigan conservando su «capacidad» de vivir los cambios que forman parte de la vida, en este caso adaptando el medio a sus necesidades:

1.- No es necesario insistir en que entornos accesibles (a personas con discapacidad) exigen menos esfuerzos a todas las personas, no solo las de ciertas edades o con diversidad funcional. El diseño universal es un éxito para todo tipo de personas, un logro social.

Al tiempo, no debemos olvidar que la accesibilidad no se puede oponer a la amabilidad y confort a otros niveles: las viviendas para mayores no son (ni deben parecer) hospitales. La ciudad tampoco es un mero conjunto de vías de circulación. La realidad del medio físico es más compleja y rica y ante todo ha de perseguir la sensación de bienestar de las personas.

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Terraza privada en un cohousing de EEUU

2.- El espacio doméstico ha de «conjugar una gran intimidad, que es imprescindible, con la necesidad imperiosa de no estar ni sentirse aislados« (Teresa San Román, «Espacio y Ancianidad»). Hemos hablado a menudo de ese equilibrio. Este aspecto es clave en el diseño de espacios residenciales específicos para personas mayores (a menudo falta intimidad, y en otros casos surgen graves sentimientos de soledad), pero también para repensar la propia vivienda privada (por ejemplo, un necesario cambio de bañera por ducha no es garantía de entorno adecuado para el envejecimiento, pues habrá que abordar el necesario soporte debido a las relaciones sociales, tantas veces olvidado…).

3.- El espacio para bien envejecer es espacio de participación.

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Manifestación de personas mayores en la Puerta del Sol. Octubre 2014

El paradigma de «envejecimiento activo» tiene en la participación uno de sus grandes pilares. Se trata, como decía ayer Ignacio Arnaiz,  de pasar de «hacer para» a «hacer con» las personas mayores. Significa favorecer la expresión de las necesidades y deseos de las personas implicadas, la autogestión, la implicación en los asuntos que a las propias personas les concierne. En las residencias de mayores se puede contar con la aportación de ideas, dar responsabilidad en las actividades… En la vida política necesitamos la experiencia y participación de las personas de edad. Con proyectos como el de Ciudades Amigables podemos trabajar personalmente en la mejora del espacio compartido con los demás. Los modelos de cohousing (o los jubilares) se basan principalmente en la autopromoción y el diseño participativo; de esta forma vivir en un jubilar no es más que continuar un proceso de trabajo colaborativo donde el protagonista, desde el principio, eres tú mismo.

4.- El espacio para envejecer es compartido: las personas no estamos solas. Nuestro desarrollo pasa por la autonomía individual, la adaptación social y el compromiso social. Hace décadas la sociedad reclamaba un necesario espacio de privacidad donde la persona había de desarrollarse: así Virgina Woolf, en «Una habitación propia» lo reclamaba por ejemplo para la mujer; al contrario, hoy Soledad Murillo («El mito de la vida privada») exige para la mujer un espacio para la vida pública, impresdindible para vivir plenamente su intimidad. Lo mismo ocurre para cualquier edad o sexo. Así, el espacio urbano ha de favorecer el asociacionismo, espacio donde se crea red social, donde se conjuga lo individual y lo colectivo, donde se pueden desarrollar capacidades en proyectos de utilidad personal y comunitaria.

mudanzas5.- Podemos cambiar de espacio a medida que experimentamos cambios en la vida. Eso no necesariamente ha de suponer una merma en nuestra identidad personal o social. «No es la primera vez que nos cambiamos de espacio, sino que ha sido una constante a lo largo de nuestra vida», nos recuerda la antropóloga Teresa del Valle en el libro Nuevas_miradas_sobre_el_envejecimiento. La movilidad seguramente ha estado siempre presente en nuestro desarrollo vital. Habremos de reflexionar «qué representaron: facilidades, dificultades, ascenso económico, apertura a nuevas amistades u añoranza de las que se dejaron, descubrimientos externos, oportunidades de nuevas redes, conocimientos o lo contrario».

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Las ciudades también son el recuerdo de ellas

6.-Convertir el «espacio» en «lugar», nos dice la misma autora, es personalizar el espacio, vivirlo para que se produzca la identidad y la memoria.

Esto nos parece muy importante: la casa, la ciudad, la residencia, el jubilar… ha de permitir el desarrollo de la memoria de quien lo habita. El espacio se ha de diseñar con la conciencia de las necesidades y deseos de la persona que lo viven. Lo recordamos cada vez que hablamos de «atención centrada en la persona«, pero no es necesario ligarlo solo al espacio asistencial; cualquier espacio vivido ha de permitir la personalización, la memoria, la identidad. El pasado en las personas mayores cobra especial importancia, y es en los recuerdos donde a menudo se encuentra cierta «seguridad». Por ello el espacio doméstico, el del barrio, la ciudad… han de servir a los derechos y necesidades de sus usuarios, deben tener la capacidad de evocación y de transformación para adaptarlos a cada uno de sus moradores. Sistemas adaptados a las personas, y no al revés. ¿Lo comprenderemos al fin arquitectos y urbanistas, profesionales sociosanitarios, regidores públicos, dirección de centros residenciales…?

Reducir o eliminar las exigencias del medio en que nos movemos, volviendo a la definición inicial, servirá en definitiva para empoderar a las personas, retrasando ese envejecimiento que bloquea personal y socialmente. Nos hacemos viejos, sí, la población cada vez tendrá más años… El «logro» de la longevidad no puede ser el problema, simplemente habrá que transformar el medio. Así entonces, ¿por qué no ser optimistas?

 

 

Las paradojas de la vejez

Nuestra sociedad envejece. Es un hecho en nuestro país y en todos los países desarrollados. El envejecimiento de la población no se debe (solo) al hecho de haber logrado aumentar la esperanza de vida a casi el doble en los últimos años, sino porque nacen menos niños y recibimos menos inmigrantes jóvenes.

laura carstensenDe Laura Carstensen hemos hablado alguna vez en nuestro blog. Como psicóloga y directora del Centro de Longevidad de la Universidad de Standford asegura que las personas mayores son (al menos estadísticamente) «más felices» que las jóvenes. ¿Una simpleza? ¿Una mala interpretación de las encuestas a personas mayores, incapaces de enfrentarse a las cosas negativas de la vida? En esta charla TED la doctora Carstensen lo niega y esboza, con un buen puñado de ejemplos provenientes de sus investigaciones, el sustento de aquello que llama la paradoja de la vejez: «reconocemos que no viviremos eternamente, y eso cambia de manera positiva nuestra perspectiva de la vida«.

(Charla TED «Laura Carstensen: Las personas mayores son más felices». Subtitulado al español)

Pirámide de poblaciónLa tesis es la de que viendo más cerca el final, priorizamos, valoramos la vida… En cierto sentido, y en oposición al estereotipo que comentábamos hace una semana, las personas mayores serían incluso más eficientes (en las relaciones, en la actividad diaria…). Socialmente se trata, como bien expresa Carstensen en su monólogo, de encontrar la forma de «capitalizar» esa felicidad de las personas mayores para mejorar la calidad de vida en todas las edades.

En un mundo que avanza hacia una pirámide de población invertida (más personas mayores que jóvenes), los mayores tomarán las riendas, y dejando el miedo a la longevidad (o peor, al envejecimiento de la sociedad) a un lado, harán suyas las palabras de aquel nonagenario citado en el vídeo: «Dejemos de hablar de cómo salvar a la gente mayor y comencemos a preguntarles cómo pueden ayudarnos».

Y es que encontramos una segunda paradoja: la de una sociedad aterrada por el creciente aumento de una parte de la población que a su vez parece (al menos estadísticamente) ser feliz

Pues bien, aquí dejamos nuestra respuesta, la que pretende, desde la acción de las personas mayores, «ayudar» a esa sociedad paralizada, asustada por su irremediable envejecimiento: comprendiendo que tenemos por delante una gran oportunidad, reivindicamos que las personas mayores puedan vivir de forma autónoma, compartiendo sus cosas, su experiencia, su valor como seres humanos. Apostemos por sistemas y servicios centrados en la persona. Escuchemos y fijémonos en los mayores, que sí se valen por sí mismos, que quieren vivir incluidos en la comunidad, y envejecer de forma activa, entendiendo esto como la participación plena y el protagonismo en todos los ámbitos de la propia vida. Facilitemos que se pueda vivir hasta el final en casa, o en residencias que podamos considerar como tales, o en jubilares… Entonces se devolverá el enorme beneficio de la inversión realizada: calidad de vida en los barrios y municipios donde vivan, y un entorno más humano, una actividad contagiante, una visión positiva de la vida, la felicidad compartida de la que (al menos estadísticamente) disfrutan las personas mayores.

Down: envejecer con autonomía

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Cartel de la campaña europea «Síndrome de Down.., ¿y qué?»

España, en su ratificación de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad se comprometió a adoptar las medidas efectivas y pertinentes, con el objetivo, entre otros, de que «las personas con discapacidad puedan vivir de forma independiente y participar en todos los aspectos de la vida (…)» (art. 9). En dicha Convención, los Estados Partes reconocieron «el derecho en igualdad de condiciones de todas las personas con discapacidad a vivir en la comunidad, con opciones iguales a las de los demás» y se obligaron a facilitar ese derecho y el de la plena inclusion y participación en la comunidad, «asegurando en especial que a) Las personas con discapacidad tengan la oportunidad de elegir su lugar de residencia y dónde y con quién vivir, en igualdad de condiciones con las demás (…)».

El pasado 21-3 fue el Día Mundial del Síndrome de Down. La fecha es un juego de números que tiene que ver con la razón de ser de la que también llamamos «trisomía 21», una alteración genética producida por la presencia de un cromosoma extra (o una parte de él) en la pareja cromosómica 21, (lo habitual es que sólo existan 2). ¿Una enfermedad? Ni mucho menos. La alteración congénita lleva aparejada diferencias respecto de lo «habitual» en el aspecto físico, ciertas capacidades intelectuales, etc. Hoy las sociedades que suponemos avanzadas, como la española, hemos adoptado acuerdos basados en el derecho a la diferencia, en la inclusión de todas las personas, aunque todavía estamos lejos de hacerla efectiva a todos los niveles.

Nuestra asociación Jubilares, cuyo fin último es «mejorar la salud de la sociedad mediante la inclusión de las personas mayores», queremos hoy recordar especialmente a las personas mayores con Síndrome de Down, y denunciar su exclusión social. Como dice Miguel López Melero, Catedrático de Didáctica y Organización Escolar UMA, el movimiento de inclusión «supone el respeto a la diversidad del ser humano, al reconocimiento del ser humano como es y no como le gustaría que fuera [a otros]»  «Síndrome de Down… ¿y qué?», decía la campaña internacional de 2013.

Tratamos de un «fenómeno invisibilizado», recuerda Gonzalo Berzosa, psicólogo y director de la Escuela de Bienestar para familias con discapacidad. Y es que el primer paso para la exclusión es «ocultar» una realidad. Hoy viven en España unas 34.000 personas con Síndrome de Down, una cifra de hecho más alta que en la década anterior.

Si buscamos una imagen que ilustre esta realidad fácilmente encontraremos fotografías de preciosos niños o niñas, sonrientes, cariñosos… Son reales pero lo cierto es que hoy la mayoría de las personas con Down son adultos, por cierto con cada vez mayores, gracias a los avances en medicina que han logrado aumentar enormemente su esperanza de vida, que hoy ya es superior a los 60 años. «Hoy vemos a uno de 85 con su hija con Down de 60. ¿Quién cuidará de quién?», dice Berzosa. Hoy las personas con síndrome de Down y sus familias se enfrentan al reto de envejecer. Con sus particularidades respecto de algunos aspectos relativos a la salud, pero afrontando muchas de las resistencias personales, grupales y sociales que vivimos todos. Ante este reto estamos reaccionando, y así leíamos recientemente, que «DOWN GALICIA y la Sociedad Gallega de Gerontología firman un convenio para enseñar a envejecer mejor a las personas con síndrome de Down».

Down en España 2008

Del informe «Las personas con síndrome de Down
y sus familias ante el proceso de envejecimiento»

Informe down-envejecimiento

Gonzalo Berzosa ha dirigido recientemente la redacción de un interesante documento, Las personas con síndrome de Down y sus familias ante el proceso de envejecimiento. Es una nueva realidad. Hoy las personas con síndrome de Down pueden superar en edad a sus progenitores. Hoy 3 de cada 4 personas con Down están en edad de trabajar y se están desarrollando programas de acceso al contexto laboral para personas con discapacidad intelectual. Hoy la educación inclusiva ya es una realidad. Hoy existen modelos de vida independiente donde estas personas puedan desarrollar al máximo su autonomía. En todo caso, aunque el avance es notable, queda mucho por hacer: en el ámbito educativo, en el laboral, en el ámbito residencial… El entorno físico y social en el que viven es la clave de su autonomía, de su salud y de su dignidad.

Si nos referimos al contexto del envejecimiento, ya hemos recordado en numerosas ocasiones los falsos mitos que relacionan vejez con enfermedad. Si sumamos el prejuicio que relaciona Down con enfermedad imaginemos el estereotipo asignado a estas personas a medida que envejecen. Por ello hay que continuar trabajando en la concienciación de ciertas ideas clave:

– La discapacidad no significa una minoría de edad permanente. Las personas adultas con síndrome de Down no son niños.

– La autonomía personal es un derecho de todas las personas. Debemos dar la oportunidad de hacer por uno mismo, de vivir con nuestro propio proyecto vital. La ayuda excesiva incapacita, tanto a las personas mayores, como a las personas con discapacidad intelectual.

– Las personas con Síndrome de Down quieren trabajar, quieren vivir en pareja… Las barreras a esos anhelos vienen más de sus entornos (familiares, sociales…) que de las discapacidades. «Son los padres los que no le enseñaron a ese hijo a valerse por sí mismo, son los padres los que lo han sobreprotegido, es la escuela la que no le ha querido enseñar…» decía Pablo Pineda, el primer licenciado universitario español con síndrome de Down.

– Tenemos derecho a envejecer de forma satisfactoria (Convención de la ONU de 2006) «manteniendo la calidad de vida conseguida». Eso afecta al ámbito de la salud física y psíquica, y al entorno social, que habrá de adaptarse a las personas, y no al contrario.

– Las personas con SD quieren mayoritariamente (como todas las demás) vivir en su propia casa y en el entorno en que se ha vivido. Desde nuestra asociación proponemos una vía, muy adecuada a juicio de Gonzalo Berzosa, para una vida independiente en el propio hogar: el jubilar.

El jubilar es una de las alternativas que dan la oportunidad de vivir de forma independiente a personas con discapacidad porque reciben el apoyo de la comunidad. Este apoyo no es una asistencia institucionalizante, sino al contrario, un soporte emocional que a la persona aporta seguridad y mayor autonomía. La persona que vive en una comunidad tipo jubilar o «cohousing» da tanto como recibe. En el caso de las personas con síndrome de Down un jubilar es un lugar donde ellas y sus familias puedan vivir en un entorno intergeneracional adecuado para envejecer bien, e incluidas en la sociedad.

logo DownDown España, federación que engloba a más de ochenta asociaciones de España, ayuda a personas con síndrome de Down y sus familias a lograr, entre muchas otras cosas, recursos de formación para la autonomía y vida independiente.

img_logo_escuela_de_bienestar_tcm207-26103La Escuela de Bienestar antes mencionada ayuda fundamentalmente a las familias que cuentan con personas con síndrome de Down.

 

La ¿falsa? alarma del envejecimiento poblacional

Ayer leíamos un prolijo artículo en El País («Las canas revolucionan la economía española») que incluía un buen número de opiniones acerca de un tema sobre el que hemos reflexionado aquí en varias ocasiones: el envejecimiento poblacional y sus consecuencias. La base del escrito proviene del último informe del INE que anuncia que en breve tendremos más defunciones que nacimientos. Este hecho, que obviamente depende tanto de los que mueren como de los que nacen (y la inmigración), habitualmente se centra en el envejecimiento como si fuera el único problema. Desde que el año pasado el FMI alertara del «riesgo de que la gente viva más de lo esperado», o desde las famosas declaraciones del ministro japonés que pedía a los ancianos «que se den prisa en morir», las justificaciones de la reducción de las pensiones o del retraso de las jubilaciones, hemos escuchado múltiples alarmas ante lo único, de todo lo que nos está pasando, que nos debería alegrar: cada vez vivimos más años.

aging-populationNos alegra observar que en esta ocasión este artículo pretende ofrecer esa visión optimista, que desde Jubilares compartimos, la del envejecimiento creciente como situación que además de un factor potencialmente generador de problemas,  también constituye una oportunidad para la sociedad. En un país en el que los minutos serán más largos para todos, los ancianos revolucionarán la economía. Es, quizá, la fuerza de cambio social más importante en la historia socioeconómica reciente de España desde que en los años setenta del siglo pasado se creara una clase media. Frente a los que opinan, como Carlos Martín, economista experto en demografía de CC OO, que «una sociedad envejecida es una sociedad enferma” el artículo plantea otros puntos de vista: las empresas y la propia economía tendrán que adaptarse. El envejecimiento lo cambia todo o casi todo. Las finanzas, el consumo, los inmuebles, la industria farmacéutica, la sanidad, el diseño de productos, el sector del automóvil, la tecnología, el ocio. Con la mayor longevidad se ha ganado tiempo, y las organizaciones que sepan manejarlo tendrán una gran ventaja.

Habrá que ser más creativo que antes. Porque el mayor tiempo de vida de los españoles se ha convertido en una gran oportunidad de negocio si se logran respuestas a los desafíos, dice Paco Abad. Las nuevas finanzas, nuevos productos de inversión, seguros, revisión de los diseños de los objetos cotidianos para adaptarlos a las necesidades de los mayores… El «diseño para todos», desde este punto de vista, es inevitable en un breve futuro. “Los artículos serán livianos, más fáciles de abrir, con tipografías grandes, transportables con sencillez y acorde a las cantidades que consumen”, desgrana Víctor Mirabet, consejero delegado de la consultora Coleman CBX. “Es una revolución”.

Ocurre lo mismo en las propias organizaciones de trabajo. «Las organizaciones deben entender que “hacerse mayor es la base de la existencia humana y una oportunidad única para mezclar la energía de los jóvenes y la sabiduría de los adultos mayores”, observa Enrique Alcat, profesor de IE Business School. Y añade: “Es inadmisible acabar con la vida laboral de una persona a los 55 años”.

Ante la vivienda, el artículo propone domótica y rehabilitación. Está bien, aunque nosotros añadiríamos «comunidad», esa será una clave para no vivir necesariamente en soledad. Carlos Smerdou habla del «parque de viviendas muy antiguo que no cumple con las condiciones mínimas que necesitan las personas para vivir, muchas de ellas mayores». Y nosotros añadimos: tampoco algunos barrios (con baja densidad, alejados de equipamientos, mal conectados o poco favorables a la vida fuera de casa) cumplen esas condiciones, cosa más grave porque la rehabilitación de la ciudad es ciertamente más difícil que la de un edificio. Y Sí, compartimos el miedo ante las «ciudades de mayores» como solución a este problema. Ojo con el tamaño de las actuaciones. Si una comunidad tiene el tamaño de una ciudad, tendrá que ser intergeneracional, o será un gueto. Por eso hablamos de tamaños óptimos al referirnos a los jubilares.

En conclusión, la imagen alarmista es una equivocación, nos dicen expertos como Antonio Abellán, del departamento de Población del CSIC. Es interesante observar, como nos hace ver él mismo, que el fenómeno del «envejecimiento individual» es, por suerte, «irreversible», mientras que el «envejecimiento demográfico» sí puede ser «reversible». Como leíamos recientemente en otro medio, «aunque esta situación pone a prueba los fundamentos del Estado del Bienestar, los principales riesgos para el mantenimiento del actual sistema no proceden del envejecimiento sino de la falta de actividad económica, desempleo, ausencia de crédito, fraude fiscal o ausencia de políticas de reactivación económica. «El proceso de cambio en las estructuras demográficas tendrá implicaciones en las finanzas públicas y la cohesión social. Los cinco grandes bloques de gasto público social (desempleo, salud, cuidados de larga duración, educación y pensiones) están relacionados con la edad; tres de ellos (pensiones, salud, cuidados de larga duración) están estrictamente relacionados con el envejecimiento, que también pondrá a prueba la solidaridad familiar», comenta Abellán.»

Gran parte de los supuestos problemas de una sociedad envejecida, como por ejemplo el aumento de gasto sanitario con el creciente envejecimiento de la población se podría ajustar «desarrollando políticas integrales que articulen los servicios sociales con los sanitarios y con las políticas de vivienda, urbanismo, transporte, cultura, acceso a las TIC, accesibilidad universal etc., porque todas estas áreas tienen que ver con la garantía de la autonomía personal, la igualdad de oportunidades y la inclusión social.» (Manifiesto por una política de envejecimiento activo).

Recientemente un artículo de la BBC recordaba cómo investigadores de la Universidad de Edimburgo desmienten la necesidad de alarmarse ante una sociedad de personas mayores. «El error viene de asumir que todos los pensionistas son dependientes y que toda la población activa es de hecho trabajadora». El artículo de Isabel Fernández, del departamento de población del CSIC «Envejecimiento, una alarma innecesaria: Ganamos salud, perdemos dependencia» ahonda en lo mismo: El aumento de la esperanza de vida hace a las personas mayores “más jovenes” y más saludables. Algunos expertos van más allá, como Karl Otto Hondrich que ve en en el descenso de la natalidad y el envejecimiento de la población «un golpe de suerte«.

Finalizamos este repaso transcribiendo algunas de las últimas palabras del artículo con el que comenzamos: después de todo este relato lleno de números y palabras, el inexorable envejecimiento nos conduce a lo relevante: las personas. El cambio demográfico servirá «para comprender que los ancianos son tesoros nacionales».

El tercer acto

«Hoy vivimos de promedio 34 años más que nuestros bisabuelos. Sin embargo nuestra sociedad no lo ha aceptado. Vemos la edad como el viejo paradigma de un arco [esa curva que comentábamos hace unos días en este blog que va hacia la decrepitud».

Jane Fonda en esta charla TED nos muestra «una nueva perspectiva: la del tercer acto de la vida«. Desde ese punto de vista comprende «la edad, no como una patología, sino como un potencial«.

Ante el miedo hacia el envejecimiento, Fonda, a sus 75 años da su propia visión: «he descubierto que cuando uno está en la vejez, al contrario que al verla desde fuera, el miedo desaparece«.

Su propuesta para vivir el tercer acto: «completarnos a nosotros mismos«. Jane Fonda plantea una «revisión de vida para dar un nuevo significado».

Creemos que existen otras formas para enfrentarse a este tercer acto, no necesariamente revisando el pasado. Por ejemplo, las que proponen las técnicas de coaching (como Coaching de Mayores), donde se plantean de forma más pragmática retos y se trabajan las claves para lograrlos (ej. afrontar la jubilación, etc.). Creemos más importante lo que viene por delante, más que lo que ocurrió en otras épocas. Por otra parte no siempre parece necesario «reinventarse»…

En todo caso nos parece muy acertada esa postura de autoconciencia del envejecimiento, entendido como ese gran potencial que da la edad, y asumir ese tercer acto como una oportunidad para completarse a uno mismo, la oportunidad que no tuvieron nuestros antepasados.

Optimismo para envejecer con éxito

envejecimiento-670xXx80ABC. 10-12-2012. La educación, una buena función cognitiva y percepción de la salud física y mental, el optimismo y la capacidad de recuperación son elementos que influyen a la hora de conseguir envejecer con éxito, según estudio de la Universidad de California y la Universidad de Stanford (EE.UU.) y que ha sido publicado en The American Journal of Psychiatry. Además, el trabajo ha visto que la resiliencia y depresión influyen a la hora de conseguir un envejecimiento exitoso, casi tanto como los problemas que repercuten en la salud física del individuo.
Los autores de la investigación han analizado a 1.006 personas de entre 50 y 99 años, con una edad media de poco más de 77 años, mediante una entrevista telefónica de 25 minutos, seguido de un correo electrónico. El sondeo recopilaba preguntas sobre las enfermedades crónicas, la discapacidad así como el compromiso social y la auto-evaluación de su salud. «Si bien existe un interés creciente en la comprensión y promoción de un envejecimiento con éxito, hasta ahora, apenas se ha combinado la salud física con las evaluaciones cognitivas y psicológicas, en una muestra amplia y seleccionada al azar», señalan los autores.

Resiliencia

Así, se solicitó a los participantes que calificaran el grado en que ellos pensaban que había «envejecido con éxito», mediante una escala de 10 puntos. Tras examinar los resultados, los investigadores encontraron que las personas con un bajo rendimiento físico pero con una alta resiliencia -capacidad para afrontar la adversidad y lograr adaptarse bien ante las tragedias, los traumas, las amenazas o el estrés- tenían una consideración de envejecimiento exitoso parecido al de las personas sanas físicamente pero con una resiliencia baja.
Del mismo modo, las calificaciones de los individuos con un bajo rendimiento físico pero que no padecían depresión tuvieron puntaciones similares a los de aquellas físicamente sanas pero con depresión de moderada a severa. «Una salud física perfecta no es necesaria ni suficiente. Hay potencial para mejorar el envejecimiento exitoso mediante el fomento de la resiliencia y el tratamiento o la prevención de la depresión», ha señalado el principal autor de la investigación Dilip V. Jeste.

Enlazamos aquí con el abstract del artículo al que se refiere la noticia de ABC.