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La prometedora revolución del envejecimiento global
Un fenómeno mundial: cada vez hay más personas mayores (vivimos más años) en el conjunto de una población donde cada vez hay menos jóvenes (debido al paulatino descenso de la natalidad). Todos los días escuchamos o leemos noticias sobre «el problema» del envejecimiento, trasladando de forma más o menos consciente una imagen estereotipada que sitúa a las personas mayores como el origen de los males de esta situación:
Las proyecciones demográficas hacia el temido 2050 a menudo se superponen a la coyuntura de crisis económica global (elevado paro, escasez de cotizantes, economías en recesión…) y en contadas ocasiones se anticipa en el análisis una situación que tenga en cuenta ese mundo de oportunidades que el aumento de personas mayores ofrecerán a la sociedad: por ejemplo como consumidores, o como recursos humanos de alto valor por ejemplo por su experiencia o madurez ante las tomas de decisiones.
José Luis de la Serna, en su artículo de El Mundo de esta semana se centra en la salud: aquí el reto está en la imposibilidad de un sistema sanitario que debería hacer frente a una cifra desorbitada de dolencias achacables a la edad. Este médico cifra en un 75% las causas debidas al estilo de vida y las desigualdades sociales, e incide en el problema de la soledad como causa de deterioro de la salud, y la necesaria implicación y compromiso personal como clave en el desarrollo de la medicina y solución para mantener nuestra propia salud.
En cualquier caso, aunque decimos que el fenómeno del envejecimiento de las poblaciones es mundial, la experiencia de envejecer es muy distinta según en qué lugar del planeta se viva. Así, en una serie de estudios de la revista «The Lancet» se muestra un panorama donde «en la mayor parte de los países de mundo el bienestar subjetivo desciende con la edad, salvo en los países anglosajones con elevados ingresos»
Vivir en un país rico desde luego ayuda al bienestar de las personas mayores, pero se pueden añadir matices. El pasado día 6 de noviembre tuvo lugar el encuentro «Derechos y Bienestar. Una sociedad para todas las Edades», convocado por la Mesa Estatal por los Derechos de las Personas Mayores. Un acto que sirvió, tras la exposición de varios expertos sobre el tema, para presentar el informe Agewatch 2014 (Índice Global del Envejecimiento) realizado por Helpage.
Este informe, como comentábamos hace un año, pretende aportar una visión acerca del bienestar económico y social de las personas mayores de todo el mundo, analizando de forma cuantitativa distintos indicadores dentro de los ámbitos seguridad de ingresos, estado de salud, competencias (educación y empleo), y entorno favorables.
España está situada en el puesto 21, siendo el tercer país de la lista en cuanto al estado de salud. Pinchando en la imagen se puede observar con más detalle la valoración de cada uno de los indicadores para nuestro país (en inglés). El resumen del informe en español se puede descargar aquí.
Población envejecida: ¿decadencia o prometedora revolución?
Julio Pérez Díaz, demógrafo del CSIC, presentó en la mesa comentada una reformulación del asunto que estamos tratando: el mal llamado «envejecimiento poblacional» es una expresión que simplemente pretende alarmar. Hace un siglo, cuando la esperanza de vida al nacer era de menos de la mitad que hoy, Spengler escribía La Decadencia de Occidente, y posteriormente las dictaduras comenzaron a imponer políticas natalistas para contener ese supuesto peligro de la reducción del número de nacimientos. Según Pérez Díaz la realidad desmonta esa «decadencia». Lo que podemos observar empíricamente es que ha ocurrido todo lo contrario: no solo vivimos más , sino que hemos logrado hacer «mejores» seres humanos: mejor cuidados, con mejores estudios… en definitiva vivimos mejor.
La clave de todo ello no son las políticas públicas ni la consecución de objetivos previamente diseñados (no vivimos más porque nos lo hayamos propuesto) sino sobre todo por un cambio de valores y de comportamiento de las personas (por ej. nos cuidamos más). Pérez Díaz afirma que la situación que vivimos se explica principalmente desde la «Teoría de la revolución reproductiva»: la liberación de la mujer va acompañada de la transformación de una sociedad cada vez más productiva, más «eficiente» en el sistema reproductivo: hoy en España tenemos una media de 1,3 hijos por mujer, pero también también hay que pensar que no necesitamos tener 4 ó 5 hijos para lograr que sobreviva alguno (ya no mueren el 50% de los niños menores de 5 años, como ocurría hace un siglo).
«Mejorar la eficiencia reproductiva es una fórmula de éxito en todo el planeta». La revolución va extendiéndose en todo el mundo, aunque existen grandes desigualdades. En todo caso, concluyó Pérez Díaz, «demográficamente entramos en una etapa llena de promesas».
Esas promesas se pusieron de manifiesto en la mesa cuando la doctora Laura Ponce de León habló de un hecho extraordinario, el que sitúa a las personas mayores hoy como «salvadores de la familia». Cuando son ellas las que están poniendo los medios económicos para que subsistan todos los integrantes del núcleo familiar, cuando son ellas las que se están ocupando de los nietos mientras sus madres y padres trabajan… entonces «¿quién es el dependiente?».
El informe Agewatch 2104 se centra en la cuestión de las pensiones. Según Toby Porter, Director Ejecutivo de HelpAge International “La velocidad sin precedentes a la que está envejeciendo la población mundial supone un reto para los responsables de las políticas” . “Solo si actúan ahora tendrán la oportunidad de cubrir las necesidades de sus ciudadanos y mantener sus economías”. Casi todos los países tienen algún tipo de pensión pero en las últimas dos décadas ha habido un gran incremento de las pensiones no contributivas o “pensiones sociales” financiadas a través de los impuestos. Ahora existen en más de 100 países y tienen el potencial de crear un ingreso básico regular para las personas mayores más pobres.
Y es que, como dijo en la misma mesa del día 6 de noviembre la Secretaria General de la OISS Gina Magnolia Riaño, las pensiones contributivas (las que dependen de las cotizaciones por el trabajo) son una fuente de injusticia social en lugares como América Latina, donde existe un altísimo nivel de trabajo informal. Es fundamental comprender que se es ciudadano independientemente de tener un trabajo formal. Es necesario implementar «políticas para dar techo, para garantizar derechos, independientemente del trabajo. Se trata del reconocimiento a la dignidad de las personas.»
Charles Knox-Vydmanov, coautor del Global Age Watch 2014, explicó el relativamente bajo coste de este tipo de pensiones (sociales, o «no contributivas») en todos los países. Se pueden calcular en la página www.pension-watch.net para cada uno de ellos.
La respuesta está en las personas implicadas
¿El desafío es tan solo un sistema de pensiones sostenible? Hablamos de sostenibilidad como la forma de satisfacer las necesidades de la sociedad actual sin comprometer las de generaciones futuras. Ahí está el reto.
La solución a un problema complejo fácilmente implicará a muchas áreas de trabajo. Hemos de reinventar todo un sistema dirigido a un tipo de sociedad con necesidades cambiantes. El geógrafo Jared Diamond, en esta interesante charla TED simplifica la cuestión oponiendo nuestra sociedad «tradicional» a una «moderna». La futura sería una sociedad que recupera algo de aquélla primera. En todo caso el cambio se fundamenta en una reformulación de valores y la adopción de recursos humanos (lo que él llama «utilidad» de las personas mayores):
Visto todo ello… ¿quién hará frente a ese desafío que plantean las personas mayores? Evidentemente, las propias personas mayores. La respuesta a «la falsa alarma del envejecimiento poblacional» está en nosotros mismos. Seremos los que redefinamos nuestros valores, los que asumamos la responsabilidad que hoy las instituciones han robado a las propias personas, seremos las que señalemos otras vías de distribución de los recursos, nuevos (o renovados) sistemas sociosanitarios, de seguros o residenciales… Por suerte, como dice Jared Diamond, los viejos «son mejores que los jóvenes supervisando, administrando, asesorando, pensando estrategias, sintetizando, enseñando y concibiendo planes a largo plazo». Así, mientras los jóvenes se asustan con un futuro amenazador, las personas mayores iremos paso a paso transformando ese mundo prometedor en que vivimos.
El estigma de la edad
Todos queremos envejecer. La alternativa a ello no parece muy deseable… Sin embargo contar con más años tiene un coste que no solo nos recuerda amenazadoramente el espejo, sino también una sociedad donde desde hace tiempo se ensalza la juventud como un valor en sí mismo. La edad resulta así un estigma que marca en la vida laboral, en la calle, en el ámbito sanitario, en el hogar… En el debate «¿Se discrimina a los mayores?», del programa «Para Todos la2», algunos expertos aportan su visión sobre el tema. Puedes pinchar en la imagen, no tiene desperdicio:
El edadismo o discriminación por la edad es real y muchas veces pasa desapercibida. Los estereotipos asumidos de forma generalizada llevan a pensar a todos (incluidas las personas mayores) que hay temas que ya «no son propios de la edad» (Pedro Sánchez Vera señala como ejemplo el asunto amoroso), en la participación política (aunque los mayores suponen un 30% del conjunto de votantes), en lo laboral: «tienen menos competencia«, estereotipo que recuerda en el programa Antonio Bustillos.
Hoy las medidas para el empleo están dirigidas fundamentalmente a las personas jóvenes. Sin embargo el perfil tipo de la persona desempleada es mayor de 40 años, recuerda Angels Valls (Formación e inserción laboral de Caritas). La discriminación por la edad comienza temprano…
La clave es que el mercado de trabajo discrimina a las personas mayores, no porque valgan menos, sino porque cuestan más. Los jóvenes «resultan más económicos» para las organizaciones laborales. Y para favorecer esta situación se ha extendido la creencia de la «baja competencia» de la persona mayor. Se trata de «prejucios absolutamente paternalistas». Ante una situación de brecha digital se extiende la idea de que ya no eres capaz de hacer lo que hacías antes, ha bajado el nivel de competencia porque no eres capaz de adaptarte. Eso es falso.
El debate plantea un reto para la sociedad: «cada vez más ancianos, pero menos contacto generacional». El tiempo de jubilación es muy grande y uno de los grandes retos es encontrar qué aportaciones pueden realizar los mayores. Ante la gran demanda de empleo se desprecia a este segmento de la población. El problema es comprender que esto es un asunto de competencia por el trabajo, cuando el tema quizá es el de reconsiderar una sociedad en la que todas las personas tienen algo que aportar, es un derecho a reivindicar.
Existe una ideología que impera que ve a las personas mayores como «mantenidas por las personas que trabajan», cuando en realidad ellas ya aportaron muchísimo a la sociedad. De hecho su aportación económica es hoy en día el colchón que está amortiguando los efectos devastadores de la crisis. Cuántos de los mayores que se consideran ellos mismos poco capaces son los que están siendo el sustento de sus familias… Recordamos la cifra que se nos dio hace tres meses: el 60% de las personas mayores de 65 años está ayudando económicamenente a sus familiares y amigos. Es curioso, los niños y jóvenes, también son mantenidos por el resto de la sociedad, pero ésta los considera una inversión. Entendemos que se trata de una apuesta. En el caso de las personas mayores la aportación ya se hizo, es el momento de recoger los frutos de lo que sembraron. No reconocer este derecho es absolutamente injusto.
Un tema central es que «la vejez se trata como si fuera una enfermedad», y éste es un estereotipo extendido en todo el mundo. Sin embargo la mayoría de las personas mayores tiene buena o muy buena salud (80% en la actualidad). Sí enferma la sociedad cuando se asumen estos estereotipos, como ya comentamos en alguna ocasión. Las personas que asimilan los estereotipos negativos de la persona mayor tienen una esperanza de vida 7,5 años menor que el resto. No es poca cosa, por eso requerimos de una nueva pedagogía que reivindique el valor de las personas mayores, hemos de destruir esos falsos estereotipos. El objetivo es que las personas mayores recuperemos la autoestima. Además, se ha de alertar a las empresas sobre las ventajas que tiene contratar a personas mayores: «compromiso, control emocional, fidelidad a un proyecto, gran bagaje de conocimientos…» Hemos de renovar las políticas de gestión laboral, de conciliación, de flexibilidad…
Hace un par de años leíamos que «El edadismo ha sido señalado como la tercera gran forma de discriminación de nuestra sociedad, tras el racismo y el sexismo». En los últimos días hemos sabido que un 12% de las personas mayores declara sentirse maltratada. Edadismo y maltrato están bien relacionados. El edadismo es una lacra bien identificada desde hace 45 años, cuando Robert Butler, publicó en artículo titulado “Ageism (Edadismo): Otra forma de intolerancia”. En él se refería a la serie de estereotipos, actitudes negativas, y actos discriminatorios hacia el envejecimiento y el adulto mayor. Desde esta perspectiva, como bien describe Franco Mascayano en este interesante artículo sobre el tema, la vejez se vincula a una imagen social profundamente desvalorizada, a personas con múltiples limitaciones, con un alto nivel de inadaptación, y que en su mayoría presentan discapacidades físicas y mentales. En palabras del psicólogo Ángel Moreno “una etapa vital asexuada, vulnerable, decadente y regresiva”.
Para acabar con el edadismo las personas mayores hemos de tomar la palabra, somos los primeros que podemos reivindicar nuestro valor desde nuestra propia acción.
Qué hacemos con las pensiones
El pasado jueves, en la Escuela de Relaciones Laborales de Madrid tuvo lugar un acto de presentación de la Asociación de Mayores Universitarios (AMU), organización federada en la Unión Democrática de Pensionistas (UDP). La entidad, de reciente creación (2013) y representada allí por su presidente, Juan Carlos Ortigosa Perochena, se declara solidaria, pluralista, no confesional e independiente; tiene como objetivos la representación del colectivo de Personas Mayores y Pensionistas y la promoción de la mejora de sus condiciones de vida, la sensibilización, los derechos a la no discriminación, la educación, salud, seguridad, los intereses económicos, culturales y sociales, de ocio y tiempo libre, de este colectivo.
El acto fue presentado por Paca Tricio, Directora Gerente de UDP, la cual recordó la historia de esta confederación de más de 3.000 organizaciones, que representa a un millón y medio de socios. UDP nació en 1977 y nunca ha dejado de crecer y trabajar por los pensionistas de nuestro país. La asociación Jubilares es socia sectorial de UDP desde el año pasado.
Qué hacen los Estados (en concreto el español) con las pensiones
Las dos ponencias que tuvieron lugar a continuación mostraron dos caras de una realidad económica que nos preocupa: la sostenibilidad del sistema público de pensiones, y el empleo de esas pensiones para el sostenimiento de las familias. Miren Etxezarreta, catedrática emérita de economía aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, se muestra especialmente crítica no solo con las soluciones que desde hace décadas se están aplicando de cara a la sostenibilidad del sistema de pensiones, sino con el propio diagnóstico de la situación. Si las pensiones públicas dependen, como es el caso en España, de las cotizaciones de los trabajadores y éstos son cada vez menos (ya no solo debido al paro que ha generado la crisis, sino a la paulatina reducción del número de trabajadores necesarios en los países desarrollados), es evidente que no hay forma de acumular el dinero necesario que pagará las pensiones futuras. Hoy solo el 35,2% de las personas en España trabajan. Es decir, que un tercio de la población cubre las necesidades de todos.
La última reforma del gobierno actual (2013), así como la del gobierno anterior (2011), y mirando atrás, el pacto de Toledo (1988), también las reformas llevadas a cabo en otros países, el informe del Banco Mundial ( «Para evitar la crisis de la vejez«, 1994)… Todos ellos analizan el problema con argumentos como los expuestos y concluyen en fórmulas, dice Etxezarreta, «siempre en la línea de rebajar las pensiones públicas«. El último «Informe del Comité de Expertos sobre el factor de sostenibilidad del sistema público de pensiones» (se puede descargar aquí) propone fórmulas que adaptarán la cuantía de las pensiones a la situación demográfica y económica variable en el tiempo. Y proponen complementar con sistemas privados de pensiones. Todo ello servirá a un sistema de pensiones sostenible.
Pero hay OTROS expertos
Sin embargo otros expertos sostienen, como es el caso de Miren Etxezarreta, que esa visión del problema es parcial. ¿Por qué asumimos que «la financiación de las pensiones públicas no puede ser deficitaria y sí puede serlo el ejército?». Y concluye: «La financiación de las pensiones es un tema de redistribucion de la riqueza«. Para ello propone fórmulas alternativas a las tradicionales: si en los últimos años (crisis aparte) se ha seguido produciendo cada vez más con menos trabajadores… ¿por qué las pensiones han de depender del número de trabajadores y no de lo que éstos producen?, si hemos de ajustarnos el cinturón todos, ¿por qué no se suben nunca las cotizaciones? Pero además, ¿por qué las pensiones han de provenir exclusivamente de rentas del trabajo y no también del capital?, ¿por qué no se pagan con impuestos, como en el caso de Dinamarca?… Ir a la búsqueda de ingresos y no recortar el gasto, proponía en su día el único «experto» que no llegó a firmar el famoso informe. Las soluciones pueden ser múltiples.
Uno de los peligros más recurrentes acerca del problema de «financiación de las pensiones» es plantearlo como el problema de «las pensiones», o peor aún, el problema del «envejecimiento». Hemos asumido, como recordaba Paca Tricio, una imagen de las «personas mayores como objeto de gasto». «Nos ahorraremos 40.000 millones con la última reforma de las pensiones», nos dicen, pero… las personas mayores NO nos ahorraremos esa cantidad, sino que vamos a dejar de percibirla. Las palabras son importantes, los estereotipos nos marcan y nos excluyen socialmente. Sean cuales sean las mejores soluciones al problema, coincidimos en que el envejecimiento de la población no es el problema sino una oportunidad, y en todo caso tenemos derecho a participar en el debate sobre cuestiones que nos afectan a una parte importante de la población, las personas mayores. Hoy por hoy esto no es posible. La persona que va a ver reducida su pensión de jubilación ya no tiene oportunidad de cotizar más o contratar un plan privado. El cambio de las reglas del juego con carácter retroactivo es injusto y excluyente.
Qué estamos haciendo las personas mayores con nuestra pensión
La última parte de las ponencias se centró en un estudio sobre la situación económica de las personas mayores y sus familias. Y es que hay que recordar que la paulatina reducción de las pensiones afectará a millones de familias que ya están viviendo en circunstancias difíciles. Más de la mitad de los pensionistas cobran por debajo de los 600€ y uno de cada ocho por debajo de los 300€. E incluso con esta situación, las personas mayores están en muchos casos manteniendo económicamente a sus familiares y amigos:
Javier Álvarez Souto presentó el informe La crisis económica y la solidaridad familiar de los mayores, un estudio realizado por Simple Lógica S.L. para el barómetro del mayor de UDP, en colaboración con IMSERSO. El dato más escalofriante, el que refleja el gráfico adjunto: casi el 60% de las personas mayores de 65 años están ayudando económicamente a familiares (fundamentalmente hijos) o amigos. Hace cuatro años tan «solo» era el 15%. Al tiempo, se ha reducido en un 40% la cantidad de mayores que reciben ayuda de otras personas.
Estos datos reflejan una situación altamente preocupante. El 70% de los que ayudan a otros considera esa ayuda «imprescindible». Por otra parte, los que menos tienen son los que más ayudan. Así, 9 de cada 10 personas con escasa capacidad de gasto considera que sin su ayuda la persona que la percibe no podría vivir dignamente.
El informe completo se puede descargar aquí o leer en la página de UDP.
Desde Jubilares queremos dar la enhorabuena a la Asociación de Mayores Universitarios por su labor y en concreto por la convocatoria del pasado jueves.
Esperamos participar en más jornadas de debate sobre los temas que nos preocupan a las personas mayores.
La ¿falsa? alarma del envejecimiento poblacional
Ayer leíamos un prolijo artículo en El País («Las canas revolucionan la economía española») que incluía un buen número de opiniones acerca de un tema sobre el que hemos reflexionado aquí en varias ocasiones: el envejecimiento poblacional y sus consecuencias. La base del escrito proviene del último informe del INE que anuncia que en breve tendremos más defunciones que nacimientos. Este hecho, que obviamente depende tanto de los que mueren como de los que nacen (y la inmigración), habitualmente se centra en el envejecimiento como si fuera el único problema. Desde que el año pasado el FMI alertara del «riesgo de que la gente viva más de lo esperado», o desde las famosas declaraciones del ministro japonés que pedía a los ancianos «que se den prisa en morir», las justificaciones de la reducción de las pensiones o del retraso de las jubilaciones, hemos escuchado múltiples alarmas ante lo único, de todo lo que nos está pasando, que nos debería alegrar: cada vez vivimos más años.
Nos alegra observar que en esta ocasión este artículo pretende ofrecer esa visión optimista, que desde Jubilares compartimos, la del envejecimiento creciente como situación que además de un factor potencialmente generador de problemas, también constituye una oportunidad para la sociedad. En un país en el que los minutos serán más largos para todos, los ancianos revolucionarán la economía. Es, quizá, la fuerza de cambio social más importante en la historia socioeconómica reciente de España desde que en los años setenta del siglo pasado se creara una clase media. Frente a los que opinan, como Carlos Martín, economista experto en demografía de CC OO, que «una sociedad envejecida es una sociedad enferma” el artículo plantea otros puntos de vista: las empresas y la propia economía tendrán que adaptarse. El envejecimiento lo cambia todo o casi todo. Las finanzas, el consumo, los inmuebles, la industria farmacéutica, la sanidad, el diseño de productos, el sector del automóvil, la tecnología, el ocio. Con la mayor longevidad se ha ganado tiempo, y las organizaciones que sepan manejarlo tendrán una gran ventaja.
Habrá que ser más creativo que antes. Porque el mayor tiempo de vida de los españoles se ha convertido en una gran oportunidad de negocio si se logran respuestas a los desafíos, dice Paco Abad. Las nuevas finanzas, nuevos productos de inversión, seguros, revisión de los diseños de los objetos cotidianos para adaptarlos a las necesidades de los mayores… El «diseño para todos», desde este punto de vista, es inevitable en un breve futuro. “Los artículos serán livianos, más fáciles de abrir, con tipografías grandes, transportables con sencillez y acorde a las cantidades que consumen”, desgrana Víctor Mirabet, consejero delegado de la consultora Coleman CBX. “Es una revolución”.
Ocurre lo mismo en las propias organizaciones de trabajo. «Las organizaciones deben entender que “hacerse mayor es la base de la existencia humana y una oportunidad única para mezclar la energía de los jóvenes y la sabiduría de los adultos mayores”, observa Enrique Alcat, profesor de IE Business School. Y añade: “Es inadmisible acabar con la vida laboral de una persona a los 55 años”.
Ante la vivienda, el artículo propone domótica y rehabilitación. Está bien, aunque nosotros añadiríamos «comunidad», esa será una clave para no vivir necesariamente en soledad. Carlos Smerdou habla del «parque de viviendas muy antiguo que no cumple con las condiciones mínimas que necesitan las personas para vivir, muchas de ellas mayores». Y nosotros añadimos: tampoco algunos barrios (con baja densidad, alejados de equipamientos, mal conectados o poco favorables a la vida fuera de casa) cumplen esas condiciones, cosa más grave porque la rehabilitación de la ciudad es ciertamente más difícil que la de un edificio. Y Sí, compartimos el miedo ante las «ciudades de mayores» como solución a este problema. Ojo con el tamaño de las actuaciones. Si una comunidad tiene el tamaño de una ciudad, tendrá que ser intergeneracional, o será un gueto. Por eso hablamos de tamaños óptimos al referirnos a los jubilares.
En conclusión, la imagen alarmista es una equivocación, nos dicen expertos como Antonio Abellán, del departamento de Población del CSIC. Es interesante observar, como nos hace ver él mismo, que el fenómeno del «envejecimiento individual» es, por suerte, «irreversible», mientras que el «envejecimiento demográfico» sí puede ser «reversible». Como leíamos recientemente en otro medio, «aunque esta situación pone a prueba los fundamentos del Estado del Bienestar, los principales riesgos para el mantenimiento del actual sistema no proceden del envejecimiento sino de la falta de actividad económica, desempleo, ausencia de crédito, fraude fiscal o ausencia de políticas de reactivación económica. «El proceso de cambio en las estructuras demográficas tendrá implicaciones en las finanzas públicas y la cohesión social. Los cinco grandes bloques de gasto público social (desempleo, salud, cuidados de larga duración, educación y pensiones) están relacionados con la edad; tres de ellos (pensiones, salud, cuidados de larga duración) están estrictamente relacionados con el envejecimiento, que también pondrá a prueba la solidaridad familiar», comenta Abellán.»
Gran parte de los supuestos problemas de una sociedad envejecida, como por ejemplo el aumento de gasto sanitario con el creciente envejecimiento de la población se podría ajustar «desarrollando políticas integrales que articulen los servicios sociales con los sanitarios y con las políticas de vivienda, urbanismo, transporte, cultura, acceso a las TIC, accesibilidad universal etc., porque todas estas áreas tienen que ver con la garantía de la autonomía personal, la igualdad de oportunidades y la inclusión social.» (Manifiesto por una política de envejecimiento activo).
Recientemente un artículo de la BBC recordaba cómo investigadores de la Universidad de Edimburgo desmienten la necesidad de alarmarse ante una sociedad de personas mayores. «El error viene de asumir que todos los pensionistas son dependientes y que toda la población activa es de hecho trabajadora». El artículo de Isabel Fernández, del departamento de población del CSIC «Envejecimiento, una alarma innecesaria: Ganamos salud, perdemos dependencia» ahonda en lo mismo: El aumento de la esperanza de vida hace a las personas mayores “más jovenes” y más saludables. Algunos expertos van más allá, como Karl Otto Hondrich que ve en en el descenso de la natalidad y el envejecimiento de la población «un golpe de suerte«.
Finalizamos este repaso transcribiendo algunas de las últimas palabras del artículo con el que comenzamos: después de todo este relato lleno de números y palabras, el inexorable envejecimiento nos conduce a lo relevante: las personas. El cambio demográfico servirá «para comprender que los ancianos son tesoros nacionales».