Ciudades y cuidados, dos días internacionales para anotar en nuestro calendario

Desde 2014 cada 30 de octubre se celebra el Día Internacional de las Ciudades, una jornada más del intenso calendario de días internacionales instaurados por Naciones Unidas para “sensibilizar al público en general sobre temas de gran interés, tales como los derechos humanos, el desarrollo sostenible o la salud”. Pretenden también “llamar la atención de los medios de comunicación y los Gobiernos para dar a conocer problemas sin resolver que precisan la puesta en marcha de medidas políticas concretas”.

Sin ir más lejos, ayer 29 de octubre se celebraba el primer Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, instaurado en julio de este mismo año para llamar la atención sobre “la necesidad de invertir en la economía del cuidado y de crear sistemas del cuidado y apoyo que sean sólidos, resilientes, sensibles a las cuestiones de género y de edad e inclusivos de la discapacidad y que respeten plenamente los derechos humanos con miras a reconocer, reducir, valorar y redistribuir el trabajo del cuidado doméstico y el apoyo no remunerados”.

En Jubilares ambas jornadas nos resuenan especialmente desde nuestro fin social, que no es otro que mejorar la salud de la sociedad mediante la inclusión social de las personas mayores, fomentando su participación y su autonomía para desarrollar sus proyectos de vida. Con este fin, favorecemos el desarrollo del modelo de cohousing sénior o viviendas colaborativas para toda la vida, trabajamos en la Red de Ciudades Amigables que en España coordina el IMSERSO y estamos involucrados en uno de los múltiples proyectos piloto que se están desarrollando a lo largo y ancho del Estado para contribuir al cambio de modelo de los cuidados de larga duración: Comunidades de Cuidados.

A pesar de que a menudo podemos recibir estas jornadas internacionales con cierto escepticismo —tanto por la asiduidad con la que salta la alarma en el calendario como por la complejidad y magnitud de las causas sobre las que intentan llamar nuestra atención— nos parecen una buena ocasión para darnos cuenta de en qué medida el trabajo que venimos realizando como Asociación y como socias y socios aporta su correspondiente granito de arena.

El derecho a la ciudad para todas las edades

La mayoría de la población española reside en zonas urbanas, también en lo que respecta a las personas mayores. Así, en las dos ciudades más grandes, Madrid y Barcelona, “viven aproximadamente un millón de personas mayores (1.011.955), muchas más que en los 5.877 municipios rurales”, según los datos del Informe Envejecimiento en red.

La creciente urbanización del mundo es un fenómeno global que coincide con otro: el progresivo envejecimiento de la población. Frente al acceso a los servicios y nuevas oportunidades vitales, de empleo y culturales que tradicionalmente han atraído a cada vez más personas a las ciudades, cada vez son más evidentes distintas formas de desigualdad y exclusión, tal y como alerta la ONU “a menudo en tasas superiores a la media nacional”. Las personas mayores no son ajenas a estas formas de exclusión, debido al edadismo y a modelos sociales en los que perviven inercias excluyentes como falta de accesibilidad, en particular en la propia vivienda, la escasez de servicios de cuidado y apoyo de proximidad adecuados que les dificultan permanecer en sus municipios, de oportunidades de participación, etc.

El trabajo de la Red de Ciudades y Comunidades Amigables que coordina el IMSERSO y de cuyo grupo de trabajo forma parte Jubilares apoya a los municipios en un proceso que implica:

  • Reconocer la diversidad de las personas mayores;
  • Respetar sus decisiones y opciones de forma de vida;
  • Promover una cultura de inclusión compartida por personas de todas las edades;
  • Anticipar y responder de manera flexible a sus necesidades y preferencias relacionadas con el envejecimiento activo.

Jubilares ha acompañado a varias localidades en los procesos participativos de diagnóstico y de elaboración de planes de acción en los que las personas mayores son las protagonistas, tratando de generar así nuevos modelos de ciudad que garanticen el derecho a la ciudad tal y como lo concibió Henri Lefebvre, para “rescatar al ciudadano como elemento principal, protagonista de la ciudad que él mismo ha construido”, como un espacio para el “buen vivir” y “escenario de encuentro para la construcción de la vida colectiva”.

El trabajo que venimos realizando en la Red de Ciudades y Comunidades Amigables nos permite pensar las ciudades desde otro punto de vista, normalmente invisibilizado: el de las personas que envejecen y atraviesan por situaciones vitales para las que, como comprobamos una y otra vez, no estamos preparadas ni individual ni colectivamente.

Por último, el Día Internacional de las Ciudades también es una buena oportunidad para reflexionar sobre uno de los efectos de la urbanización: la despoblación de muchos territorios rurales donde la proporción de personas mayores respecto del total es mucho mayor. Según el Informe Envejeciendo en red, en 2021, 2,7 millones de personas residían en municipios rurales (de 2000 habitantes o menos) y, de ellas, el 28,3 % son personas mayores.

De forma complementaria a nuestro papel en la Red de Ciudades y Comunidades Amigables, desde el año pasado lideramos el proyecto Comunidades de Cuidados, una de cuyas líneas de trabajo tiene como finalidad precisamente apoyar la creación de redes vecinales de apoyo en entornos rurales, con el objetivo de que las personas mayores de varios pueblos repartidos por distintos puntos de la geografía nacional puedan permanecer en su hogar y su pueblo, idealmente, hasta el final de su vida. Podría decirse que apostamos por el derecho a la comunidad, tanto en las ciudades como en los pueblos.

El derecho al cuidado

El primer Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo celebrado ayer 29 de octubre tiene un marcado acento económico. La ONU lo promulgó con el objetivo de concienciar sobre la necesidad de “invertir en una economía del cuidado residente e inclusiva, incluido el desarrollo de sistemas de cuidados y apoyo sólidos y resistentes”. Todo ello para atender las nuevas necesidades de una población que envejece, con modelos familiares distintos a los de hace décadas, expectativas muy diversas y, de manera fundamental, con la necesidad de crear marcos de trabajo decentes para el cuidado remunerado y de redistribuir equitativamente la carga de los cuidados no remunerados, que siguen recayendo mayoritariamente en las mujeres.

La ONU prevé que, de llevarse a cabo las políticas adecuadas, podrían crearse 475 millones de empleos de aquí a 2030 en la economía del cuidado, que comprende tanto las actividades de cuidado directo, personal y relacional (como dar de comer a un bebé o cuidar de un pariente enfermo) y las actividades de cuidado indirecto (por ejemplo, cocinar y limpiar).

Pero además de esta importante dimensión económica, necesaria para garantizar la sostenibilidad del sistema de cuidados de larga duración tanto financiera como socialmente, en Jubilares pensamos en los cuidados en clave de derechos humanos y desde una dimensión comunitaria. Nos parece importante poner el acento en los cuidados no asistenciales que son claves en la vida de las personas, también cuando tienen alguna discapacidad o grado de dependencia. Esos cuidados no asistenciales, que implican básicamente una buena vecindad, esa que te ayuda con un recado o con un rato de conversación, son fundamentales para desarrollar una vida plena y con sentido, lejos de los modelos institucionales que actualmente se está intentando transformar para avanzar hacia la desinstitucionalización.

En línea con esta mirada, Jubilares lleva más de diez años apoyando el modelo de cohousing sénior o viviendas colaborativas para toda la vida con el fin de lograr modelos de convivencia y cocuidado que permitan a las personas vivir en su hogar, su cohousing, hasta el final de la vida.

El proyecto Comunidades de Cuidados está suponiendo un paso más en esta línea de trabajo, con el acompañamiento a siete cooperativas en la realización de sus estrategias de cocuidado y apoyo mutuo. También en el caso de las comunidades rurales antes citadas. Nuestro objetivo es proponer modelos comunitarios de apoyo que sean una alternativa real a las instituciones tradicionales y obtener información y evidencias que los hagan replicables. Esta información y estas evidencias tienen un doble objetivo: apoyar a las comunidades de cohousing o rurales a diseñar sus propias estrategias de cuidado comunitario e informar a las Administraciones de los cambios necesarios en el modelo de servicios públicos (sobre todo sociales, pero también sanitarios, educativos, etc.) para acompañar sistemas de cuidados robustos y justos.

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