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«Una oportunidad de un mundo mejor»
Declaración en favor de un necesario cambio en el modelo de cuidados de larga duración de nuestro país
La crisis sanitaria que estamos padeciendo como consecuencia de la pandemia COVID-19 evidencia con crudeza asuntos relacionados con la consideración y atención a las personas en situación de fragilidad, discapacidad y dependencia, muchas de ellas personas de edad avanzada y otras más jóvenes con grandes necesidades de apoyo.
Se trata de realidades que, sin ser nuevas, -de hecho vienen siendo objeto de debate y denuncia hace tiempo-, se hacen visibles ahora, ante la dureza de las situaciones que estamos viviendo. Noticias que nos conmueven, información e indicaciones diversas que se suceden y que en ocasiones nos confunden, temores y decisiones que entrañan importantes conflictos éticos que hay que abordar en tiempos imposibles.
Ahora, sin lugar a dudas, es momento de arrimar el hombro, de moderar nuestra “tormenta de emociones”, de postergar críticas catastrofistas o interesadas, para así contribuir, todos juntos, a salvar vidas y a minimizar los impactos negativos de todo esto. Las conclusiones llegarán luego, de la mano de datos fiables que nos permitan comparar situaciones, actuaciones y resultados.
Sin embargo, esta crisis está contribuyendo a que afloren carencias importantes en nuestro actual sistema de cuidados. También está evidenciando riesgos futuros en torno a cómo conjugar valores que deben estar equilibrados en el cuidado, como la salud y la libertad de las personas. Será, por tanto, imprescindible que, una vez superado este episodio, abramos un debate sereno que conduzca a una revisión en profundidad del actual sistema de cuidados de nuestro país, contemplando sus fortalezas, pero sin obviar o restar importancia a sus carencias, ahora más que nunca visibles, y así poder afrontar con valentía y decisión los principales retos pendientes.
Asuntos como la real garantía en la continuidad de los cuidados, la coordinación entre sistemas y servicios y por qué no, las dificultades que la actual estructura competencial conlleva a la hora de afrontar un modelo integrado de servicios e intervenciones profesionales, deberán ser objeto de análisis en pos de la coherencia, la eficacia y la eficiencia que necesitamos.
En este sentido, pensando en este futuro próximo, que vislumbramos como una oportunidad quienes firmamos este documento, queremos compartir algunas consideraciones:
Sobre el cuidado en casa
1/ La crisis del COVID19 pone de manifiesto la gran invisibilidad y los escasos medios que hoy existen para garantizar un cuidado adecuado en el entorno domiciliario. Ante la ausencia de datos sobre cómo afecta la crisis sanitaria a las personas que reciben cuidados en casa, no es aventurado suponer que los contagios se han producido de una forma exponencial y que, tanto las cuidadoras como las personas que reciben cuidados, se han encontrado ante una importante improvisación y desprotección. En el ámbito del empleo de hogar y cuidados, donde se presta atención a cientos de miles de personas, es muy probable que haya sucedido lo mismo. Sin olvidar que decenas de miles de mujeres que trabajan en este sector no disfrutan de las mínimas condiciones de seguridad y legalidad, con las consecuencias personales que esta situación genera.
2/ La inmensa mayoría de las personas mayores en situación de fragilidad o dependencia, así como las personas de menor edad que tienen discapacidad, viven en su casa y han expresado con contundencia y de forma repetida, según las investigaciones sobre este tema, su deseo de continuar viviendo en ella y de seguir participando en su comunidad. Consideramos que, por tanto, es urgente e imprescindible avanzar en el diseño de una propuesta de atención integral en el domicilio que sea capaz de incorporar y coordinar los distintos papeles que cumplen los agentes implicados en esta atención: familias, servicios sociales en general y SAD en particular, atención primaria y especializada de salud, sector de empleo de hogar y cuidados, asistentes personales, voluntariado, servicios de proximidad e iniciativas de participación comunitaria.
3/ Es necesario disponer de un modelo de atención sociosanitaria integrada y centrada en las personas que viven en sus domicilios, desde la coordinación de aquellos servicios y apoyos necesarios para obtener la mejor calidad de vida de ellas y de su entorno familiar. Los consensos científicos de organismos internacionales, como la OMS o la OCDE, así lo recomiendan y sugieren como metodología óptima y eficiente para llevar a cabo la gestión de casos (o coordinación de apoyos). Sin olvidar la necesaria sostenibilidad económica de las medidas que se emprendan, consideramos que debe avanzarse con determinación en este camino, si queremos dar respuesta a los deseos de las personas y sus familias y evitar soluciones institucionales no deseadas. Ello exigirá un claro incremento presupuestario en este sector a corto plazo, si bien, a mediano plazo, se obtendrán importantes resultados de eficiencia en los cuidados prestados
y mejoras en la calidad de vida de las personas que los reciben.
Sobre el cuidado en centros residenciales
4/ Reconocemos y valoramos el esfuerzo “heroico” que están realizando los profesionales de los servicios residenciales en esta crisis, cuidando a las personas sin medios de protección y pagando el precio de un gran número de infectados. Las numerosas iniciativas de los centros que han decidido confinarse en equipo, quedándose a vivir con las personas hasta que esto pase, muestran la profesionalidad, el compromiso y la gran humanidad presente en este sector. Una decisión que debe ser reconocida y aplaudida.
5/ La escasez de profesionales y el carácter a menudo precario de las condiciones de trabajo en los servicios residenciales, algo ya sabido pero hasta la fecha no tomado como una prioridad social, es flagrante. Sin ser esta la condición única ni suficiente para garantizar la calidad de cuidados y apoyos, es una cuestión que debe ser seriamente considerada, como ya ha señalado el Defensor del Pueblo.
6/ Las personas que enferman en un centro residencial -en una situación como esta, de máxima gravedad- y siendo el principal grupo de riesgo, tienen derecho a la atención sanitaria pública por su condición de ciudadanos/as, tanto en atención primaria de salud como en especializada.
No es admisible que sean privados/as de este derecho por su edad avanzada o por tener una gran discapacidad. El conjunto de los poderes públicos y, en particular, las CCAA que son quienes tienen la competencia de gestionar, financiar y/o de supervisar estas instituciones, deberán fortalecer los mecanismos de evaluación, supervisión y coordinación de las mismas para evitar situaciones indeseables como las que se han producido.
7/ Necesitamos un cambio en profundidad del modelo de alojamientos para personas mayores o personas con discapacidades que precisan apoyos para continuar con sus proyectos de vida. Es preciso que las alternativas de alojamiento que dispensen cuidados e intervenciones profesionales se orienten desde una atención centrada en las personas y no desde objetivos de mera custodia. La experiencia de otros países, avalada por décadas de desarrollo y evidencia científica, sugiere la bondad de desagregar los conceptos “vivienda” y “cuidados” haciendo depender cada uno de su ámbito competencial natural. Esta diferenciación, además de racionalizar el gasto en recursos destinados a los cuidados, nos alejaría definitivamente de los modelos institucionales. La vivienda garantiza espacio propio, intimidad; y en los entornos domésticos los cuidados y apoyos se ofrecen en función de las diferentes necesidades que genera el itinerario de cada situación de dependencia.
8/ Nos preocupa especialmente que, una vez concluida esta crisis sanitaria, se acabe priorizando la seguridad a costa de todo y se produzca un retorno al modelo institucional hospitalario como solución para el cuidado de las personas más dependientes que viven en centros residenciales. Una cosa es que las personas que allí vivan reciban la atención sanitaria que precisen y otra que las residencias acaben siendo hospitales. No podemos olvidar que habitualmente nuestro deseo es vivir “como en casa” cuando no es posible vivir en nuestro propio hogar. Existe sobrada evidencia científica que demuestra que las residencias tradicionales institucionales, donde se homogeneiza la atención, no ofrecen calidad de vida ni facilitan la participación, la contribución y la vida plena de las personas, ya que son lugares donde estas fácilmente pierden el control sobre ella. Los resultados demoledores de la evaluación de los centros psiquiátricos y asilos hace muchas décadas propiciaron la abolición de este tipo de instituciones. Es necesario apostar de una forma decidida por nuevos diseños arquitectónicos y nuevas fórmulas organizativas y de gestión lo más similares al hogar, donde se garantice la intimidad, se personalice el cuidado y se evite la continua rotación de profesionales, y donde el tiempo y las actividades se organicen pensando en las personas y en alimentar una vida con sentido. Es imprescindible apoyar y cuidar a los y las profesionales, dignificando su labor, supervisando el desarrollo de sus competencias de atención integral y relacional, invirtiendo en el cuidado de los equipos y en la mejora de las organizaciones. Esto no puede considerarse como algo superfluo y por tanto prescindible. Solo así podremos avanzar en el buen cuidado.
9/ Consideramos de especial importancia erradicar definitivamente los macrocentros y dejar de percibir como un lujo las habitaciones individuales. En los centros que almacenan personas, donde la mayoría de las habitaciones son compartidas, donde las personas permanecen casi todo el día en salas repletas de “internos” alineados, evitar el contagio cuando hay enfermedades fácilmente transmisibles, puede acabar siendo una misión imposible. Pero no es este el único riesgo de este tipo de recursos. En ellos, conocer y tratar de una forma personalizada a quienes allí viven se puede acabar percibiendo como una utopía inalcanzable.
Un riesgo que convierte lo cotidiano en un espacio adverso y perjudicial. Debemos, por tanto, trabajar por dejar atrás definitivamente este diseño residencial que responde a un modelo institucional del siglo XIX que ya ha sido abandonado hace décadas en otros países. Por ello, consideramos urgente que, desde el parque residencial que ahora existe, se generalice su tránsito hacia el cambio de modelo, contextualizándolo en la realidad concreta de cada centro.
Sobre los estereotipos en relación a la vejez y a la discapacidad
10/ Esta crisis también pone de manifiesto la existencia de numerosos y profundos estereotipos que todavía prevalecen y forjan una visión distorsionada, negativa y uniforme sobre las personas mayores, las personas con discapacidad y la vejez.
11/ Se repiten discursos que meten en el mismo “saco” de las personas mayores a un amplio grupo con características y necesidades muy diferentes. Unas, -la mayoría- son totalmente autónomas y no tienen problema alguno, mientras que otras se encuentran ciertamente en situaciones de gran vulnerabilidad y con necesidad de cuidados y protección. El mero hecho de haber cumplido cierta edad no las hace iguales. Esta es una narrativa que alimenta la pérdida de valor social de un grupo que se visualiza como uniforme y, esencialmente, no competente. Todo lo cual lleva a pensar en la vejez como una etapa vital que difumina las diferencias individuales, mientras que la evidencia gerontológica señala, justamente, todo lo contrario.
12/ Escuchamos y leemos comparecencias, noticias y redes sociales impregnadas de un lenguaje paternalista que apela a la lástima o a la obligación de devolver, como si de un favor se tratara, a “nuestros mayores”, a “nuestros abuelitos”, lo mucho que hicieron por la sociedad actual. Términos emocionales y seguramente bien intencionados que, sin embargo, delatan la ausencia de una mirada donde las personas de edad avanzada son, antes que nada, ciudadanas o ciudadanos adultos, con derechos y deberes.
13/ Algo similar sucede en relación a las personas con discapacidad, que frecuentemente son nombradas por sus patologías o déficits- también lo escuchamos repetidamente en esta crisis-, lo que conduce a etiquetarlas en categorías vinculadas a sus carencias o dificultades, obviando su singularidad, sus fortalezas, así como su capacidad de contribución a la sociedad.
14/ Las situaciones de amenaza que ponen en riesgo a las personas con mayor vulnerabilidad no deben suponer una pérdida de la consideración del valor y de la competencia de estas. Todas las personas necesitan, necesitamos, un trato de igualdad con el resto de la ciudadanía. Homogeneizar, homogeneizarnos, aunque sea a través de valores como el “respeto”, puede ser muy peligroso. Todas las personas merecemos respeto y trato digno, cualquiera sea nuestra edad o necesidad de apoyos.
15/ Por ello, consideramos también necesario realizar una profunda reflexión sobre nuestra mirada a la vejez, a las personas mayores y a la discapacidad, revisar nuestro lenguaje colectivo que continuamente estigmatiza e infantiliza a estas personas. La evidencia científica sitúa estas conductas en la base explicativa de los malos tratos. Porque nuestras palabras construyen y, también, contribuyen a crear un mundo mejor que todos y todas anhelamos.
Finalmente
16/ Consideramos que todo esto hace necesario la urgente revisión del actual modelo de atención a personas que precisan apoyos o cuidados para disfrutar de una vida plena, para dar respuestas diversas, globales y ecosistémicas y, con ello, el correspondiente escenario de financiación pública de los distintos servicios de apoyos y cuidados de larga duración, hoy día escaso y con notables diferencias entre los territorios autonómicos.
17/ Asimismo, quienes firmamos este documento, esperamos que esta crisis pueda convertirse en una oportunidad de lograr una mejor atención a las personas que la precisan, avanzando en la construcción de una sociedad de los cuidados donde el reconocimiento, la participación y el apoyo a quienes son más vulnerables, necesariamente se conviertan en un compromiso y en una prioridad social central.
Descarga en pdf la declaración (firmantes según actualización 8/04/2020): DECLARACIÓN
FIRMAS:
Los abajo firmantes (figuran por orden alfabético), apoyan este documento a título personal. Asimismo, deseamos clarificar que ante la gran diversidad de representación del mundo asociativo hemos incorporado sólo a las organizaciones de personas mayores y de discapacidad de ámbito estatal. Desde el reconocimiento de la labor de otras muchas asociaciones y entidades de carácter autonómico y local, incluyendo las que realizan iniciativas de acción voluntaria en torno a las personas mayores o defienden sus derechos en calidad de familiares de afectados, invitamos a adherirse a esta declaración a todos quienes así lo deseen, enviando un correo donde se solicite la inclusión a esta lista inicial que por rapidez no se ha hecho más extensa, indicando: nombre, apellidos, profesión y centro/entidad de trabajo. cambiomcuidadosesp@gmail.com
Las alternativas de vivienda se abren paso en IMSERSO
¿Dónde queremos envejecer?
Respondemos rápidamente, como lo hace la inmensa mayoría de las personas mayores: 9 de cada 10 quieren vivir en su casa, incluso aunque vivan solos. Es un dato de la Encuesta a las Personas Mayores 2010 de IMSERSO.
No es tan fácil lograr ese deseo. Las razones son múltiples:
-La vivienda resulta inadecuada (barreras arquitectónicas, falta de ascensor, condiciones térmicas inadecuadas, con problemas de seguridad, con necesidad de mantenimiento que la persona mayor ya no se siente capaz de afrontar, etc.)
– La persona mayor requiere ayuda para realizar tareas domésticas o quehaceres diarios fuera de sus hogares. A menudo es difícil llevar la ayuda a la vivienda existente, sobre todo en el medio rural. O no hay recursos para contratar dicha ayuda…
Estos son los motivos que se esgrimen en el documento que el pasado jueves se presentó en la sede de IMSERSO: «Propuestas para el desarrollo de las orientaciones del Consejo de la Unión Europea relativas a las personas mayores». El texto no se refiere tan solo a la cuestión de la vivienda, sino que plantea medidas y propuestas a los problemas que preocupan a las personas mayores, todo ello en coherencia con las orientaciones que la Unión Europea expuso con ocasión del Año Europeo de Envejecimiento Activo 2012.
En el documento de debate se exponen propuestas relativas al empleo, a la participación en la sociedad (envejecimiento activo no solo como un derecho, sino como deber ciudadano), a la igualdad de oportunidades y a la vida independiente (fomento de salud, alojamiento, transporte y fomento de autonomía a todos los niveles).
Merece la pena su lectura atenta. Nosotros queríamos centrarnos, como corresponde al principal objetivo de nuestra asociación, la mejora del medio físico y social, en el problema de la vivienda:
Las propuestas para enfrentarnos a las dificultades arriba expuestas (principalmente, vivienda inadecuada, o aspectos de la vida cotidiana no suficientemente resueltos) son, en muchos casos, bien conocidas (aunque no suficientemente dotadas económicamente por la administración): subvenciones para el arreglo de viviendas, eliminación de barreras arquitectónicas, prestación de ayuda doméstica para el día a día (dentro y fuera del hogar), implementación de servicios de teleasistencia…
Nuevos modelos de vivienda
Pero además se incluyen medidas novedosas, en la línea de lo que venimos reclamando en los últimos años desde asociaciones como Jubilares: nuevas alternativas residenciales para la vida independiente. Así pues, el IMSERSO hoy propone:
«Por lo que se refiere a la atención social de las personas mayores en sus propias viviendas, con el fin de que puedan mantenerse el mayor tiempo posible en su medio habitual de vida, convendría tomar las siguientes medidas: (…) Impulsar ayudas de vivienda para las personas mayores, prestando especial atención a las que viven solas, a través de subsidios de alquiler, iniciativas de viviendas en cooperativa y similares. (…) Fomentar (…) nuevos modelos de vivienda que den respuesta a sus necesidades y pueda participar activamente en la sociedad.»
Para las personas mayores con discapacidad «Es preciso promocionar fórmulas y opciones residenciales diversificadas: viviendas de apoyo, apartamentos y pisos asistidos, pisos compartidos, residencias, etc., que faciliten que las personas mayores con discapacidad puedan envejecer en el entorno donde han vivido…»
Creemos muy positivo y conveniente este enfoque en la politica sobre envejecimiento activo, en concreto sobre el alojamiento adecuado para dicho envejecimiento activo. Existen alternativas de vivienda a las tradicionales y es preciso que entre todos (y la Administración juega un papel esencial) ayudemos al impulso de las distintas propuestas, más aún de las que parten de los propios implicados. Es el ejercicio coherente con una política de fomento de participación de las personas mayores, y de la apuesta por su autonomía.
Vivir en «nuestro entorno» puede significar desde vivir en nuestro barrio, en nuestra propia comunidad hasta vivir con nuestras cosas, o con nuestra gente (en otro lugar). Queremos vivir en nuestra casa. Y cada persona habrá de decidir qué es «su casa».
Ambiente «hogar»: zonas de paso
Hemos hablado en otras ocasiones del modelo «hogar» referido a partes importantes de la casa / jubilar /residencia… para personas mayores. Y es que todos queremos sentirnos siempre en casa.
Se comprende fácilmente que nadie quiera habitar dormitorios que parezcan habitaciones de hospital, así que hace ya tiempo que las residencias añadieron colores, las melaminas se sustituyeron por chapados de madera y se redondearon las formas. Añadiendo algún que otro detalle decorativo, un cuadro, una silla tapizada… se logró un ambiente más amable, pero aún frío, quizá un poco… «hotelero», como sugieriendo estar de paso por allí.
En los últimos tiempos hemos comprendido que para lograr un verdadero ambiente «hogar» necesitamos tres ingredientes esenciales:
1.- Elementos domésticos, realmente pertenecientes al ambiente de una casa. Preguntémonos: ¿esa lámpara / silla / cortina la pondría yo en mi casa?
2.- Versatilidad que permita la máxima personalización. Una pared blanca libre de objetos, lejos de resultar fría tiene la posibilidad de llenarse de los objetos que siempre poblaron nuestras anteriores viviendas.
3.- Llevar el ambiente hogar a todas las partes del edificio. Si quiero vivir «en casa» (vivienda/residencia/jubilar…) para toda la vida, hasta el pasillo que comunica mi dormitorio y mi comedor he de sentirlo como mi casa. La continuidad es imprescindible, ya que si se quiebra, aparecerá una sensación de que «salgo de mi casa» antes de llegar a la dependencia común a la que voy, que por tanto ya no estará «en mi casa». Por eso los espacios de circulación, ya sean interiores o exteriores, deben mantener una calidez y ambiente hogareño, para que todo el conjunto nos acoja por igual.
En las zonas comunes evidentemente hay que llegar a un compromiso. El reto es lograr que sea la casa de todos, y no de nadie. Porque pasamos buena parte de nuestra vida escogiendo los objetos entre los que queremos vivir, creando espacios de confort, rincones donde refugiarnos o amplios espacios para recibir amistades… Nuestros recuerdos del hogar se asocian al tacto de una tela, el sonido de una puerta, la vista de un marco de fotos, el olor de la casa al entrar, incluso el gusto de la comida preferida. No se trata de mantenerlo todo, la vida siempre fue cambiante… pero cada vez que nos mudamos, llevamos con nosotros de alguna forma nuestro hogar, en forma de objetos. ¿Hay razón para renunciar a ello?
¡Intercambiamos casa!
¿Te gustaría vivir en Munich, en Florencia o en Gijón una temporada al mismo precio de lo que te cuesta vivir aquí?
Estos días hemos leído en la prensa de la iniciativa llamada LinkedAge, una aplicación inspirada en el programa Erasmus y diseñada como otras redes sociales.
Ofrece a las personas mayores la posibilidad de intercambiar sus residencias (ya sean particulares o en hogares compartidos) o bien alquilar habitaciones a precios reducidos en residencias con plazas disponibles. La diferencia con las plataformas online de reservas de hoteles que ya existen (booking…) reside en la especialización del servicio. El intercambio o alquiler a través de LinkedAge garantizaría y facilitaría a las personas mayores la asistencia médica en los lugares de destino, los cuidados físicos y ayudas a los que tengan algún tipo de dependencia, así como la vigilancia en la dieta alimenticia.
Como venimos comentando de hace tiempo, una nueva economía basada en lo colaborativo se extiende como alternativa en tiempos de crisis. También como una opción éticamente más aceptable. Mediante Couchsurfing (que es gratuito) o Airbnb (de pago) es muy simple viajar y alojarse en casa de desconocidos en cualquier lugar del mundo. También se puede encontrar fácilmente con quien compartir actividades (Trip4real o Sherpandipity) o las comidas (EatWith).
Desde la asociación Jubilares, como red de cooperativas jubilares en España, apoyamos este tipo de enriquecedoras iniciativas, que podrán servir, eso esperamos, para conocer otras formas de vivir: por ejemplo, los «senior cohousing» en que se refleja nuestro modelo «jubilar». Creemos que con proyectos como este la red de Jubilares podrá ser más amplia. Intentaremos, por tanto, colaborar con redes como LinkedAge para ello. Ya os informaremos.
La Maison en Petits Cubes
Preciosa y evocadora película de Kunio Katô. Ganó el Óscar al mejor corto de animación en 2009. Proponemos verla (12 minutos) antes de leer nuestros comentarios puesto que las imágenes son muy sugerentes y se pueden hacer múltiples lecturas de ellas. Os animamos a participar en los comentarios del artículo y compartir entre todos nuestras impresiones.
Desde Jubilares nos gustaría destacar algunos aspectos muy interesantes sobre la CASA y la CIUDAD:
1.- Cada momento de la vida tiene una casa (un tamaño, unos muebles…). Hay tiempos para añadir y tiempos para reducir. En todo caso el cambio se hace por obligación (externa, el agua sube), y se elige qué llevar al siguiente nivel. ¿Qué nos llevaríamos cada uno de nosotros?
2.- Dicho cambio, decimos por obligación, ¿necesariamente ha de realizarse cuando ya llega el agua a los tobillos? Todos sabemos que el agua subirá… La ciudad y la casa parece que podrían ser mejores con reflexión y anticipación.
3.- Desde nuestro punto de vista el gran drama es la soledad: ¡dónde están los demás!
Hay tanta soledad cuando ya no queda tiempo de tender puentes…
… ¿de verdad no queda tiempo?
Morir en casa
«Morir es un hecho trascendente y sagrado, (…) con independencia de las ideas religiosas, filosóficas y/o éticas de cada cual. Este hecho requiere un ambiente también «sagrado», íntimo, personal, familiar y humano: el propio hogar.»
Son palabras del médico general Juan Gervás, coordinador del Equipo CESCA, en una interesante entrevista realizada por Silvia Cruz Lapeña. Mirando hacia la muerte de cara y sin tapujos habla de una sociedad que oculta y disfraza la muerte. «En este juego macabro de ocultar y disfrazar la muerte el hospital cumple una función aparentemente definida, tipo el «haga todo-todo-todo por mi padre» (que está muriendo y «todo» lo que precisa es un ambiente sereno a domicilio, una familia unida, unos servicios sociales que apoyen y buenos médicos y enfermeras de cabecera que controlen el dolor y demás, y que llegado el caso ayuden a evitar una agonía inútil».
Los hospitales eran antaño espacios de «hospitalidad» y concentración de tecnología, y hoy, según Gervás, deben cambiar. Hoy «el desarrollo tecnológico permite llevar los servicios desde la cama del hospital al consultorio médico y de allí al hogar del paciente.» Es por ello que la atención personal del profesional de siempre, el médico general, es según el Equipo CESCA, la adecuada para asistir en los últimos momentos. Ante nuestra propia actitud, ambivalente ante la muerte, solo cabe que los profesionales de la asistencia al paciente acepten y empaticen con los deseos, sentimientos de miedo, aceptación, piedad, lucha… de paciente y familiares. Solo así se puede morir con dignidad.
Nos resulta especialmente relevante la reflexión sobre el entorno físico y social que implica la «casa» donde morir con dignidad, lo que parece querer una buena parte de la población:
«Morir en casa es un deseo natural. El hogar es el refugio donde uno encuentra la paz y la seguridad, muchas veces sin saber exactamente porqué.» Y añade: «rodeado de tantas cosas que nos unen a la vida, que nos recuerdan tan buenos ratos, con la familia, con los amigos y vecinos, con los que nos quieren, conocen y respetan.»
Parece que ese «porqué» que no se sabe «exactamente» para querer morir en casa tiene mucho que ver con ese «estar rodeado» de personas. Pero, ¿queremos morir en casa o morir acompañados? Seguramente las dos cosas. El 15,3% de los ancianos en España vive en soledad. Solo en Madrid mueren en la absoluta soledad cien mayores al año. Eso ocurre en sus propias casas y en principio no parece una opción deseable. Cuando a la gente le preguntan «dónde desea ud. morir» y dicen casa, ¿en qué están pensando exactamente? ¿A qué llamamos «casa»?
Queremos poner el acento en la construcción de ese entorno (hogar) en el que tener la posibilidad de envejecer hasta incluso morir en él. Un hogar que permita la atención adecuada comentada, pero también el soporte emocional que deseamos a nuestro alrededor. Porque ¿qué sentido tendría plantearnos la opción de morir en casa cuando hace años que tuvimos que salir de ella? Para que exista opción debemos crear la oportunidad, y esto es una vivienda, la propia, adaptada y adaptable, en la que podamos permanecer hasta el final.
Morir con dignidad es decidir, en la medida de lo posible, dónde hacerlo. Desde Jubilares intentamos ayudar a que «el hogar» se convierta en una opción realista y posible. Como siempre, la elección es de la persona. Y si decidimos morir en «nuestra casa», ésta es aquella en la que están nuestras cosas, nuestra gente.
Declaración de Barcelona sobre Envejecimiento Activo en casa
De la conferencia internacional «Hacia un envejecimiento activo en casa», los pasados 24 y 25 de octubre, organizado por ACCEPLAN, se obtuvo esta Declaración, sobre cuya redacción hemos tenido la oportunidad de colaborar y firmar.
«[…]
El envejecimiento activo en el hogar debe ser entendido como la posibilidad de seguir viviendo a lo largo de la vejez de forma segura y cómoda en el propio hogar y vecindario, con acceso a servicios, equipamientos y cuidados, con el fin de seguir siendo y sintiéndose parte de la comunidad.
El envejecimiento activo en el hogar debe ser implementado principalmente a través de políticas de mejora de la calidad de vida en el hogar y el barrio. Con ello se promueve la actividad y participación a lo largo del proceso de envejecimiento, habiendo demostrado resultar económica y socialmente rentable frente a otras alternativas.
[…]»
Puedes leer y firmar la declaración final aquí.
You can read and sign the final declaration here.