Etiquetado: responsabilidad
A qué llamamos «participación»
«Voy a hacer la clase más participativa, dice el profesor. Fulanito, sal a la pizarra y cuéntame qué acabo de explicar…»
La alcaldesa: «Implementaremos un programa de participación ciudadana a partir del cual los vecinos podrán, en el plazo de 10 días, alegar mediante impreso de solicitud normalizada acerca de…»
«Nuestros mayores participan según sus preferencias. Pueden apuntarse bien al taller textil o al de pintura. También les preguntamos qué canal quieren ver durante el rato de ver la televisión…»
La palabra «participación» etimológicamente significa «tomar parte» en algo. Así que podemos concluir que los ejemplos citados son efectivamente participativos aunque sea cosa de un tercero el decidir qué «parte» dejar en nuestras manos. ¿Es este el tipo de «participación» que hoy se reclama en la calle, en los medios de comunicación, en las redes sociales…?
Nuestros amigos de VIC (Vivero de Iniciativas Ciudadanas) definen participación como esos «procesos y dispositivos de mediación y relación que facilitan la implicación activa de personas y colectivos en todo tipo de cuestiones». Así pues, son los grados de implicación (propia de la persona que participa) y de relación (propia del método) los que determinan que el proceso es más o menos participativo.
Cuando en Jubilares hablamos de participación, tanto para la creación de comunidades de senior cohousing («jubilares») o para la transformación del lugar mediante iniciativas urbanas participativas (por ejemplo en proyectos como los de ciudades amigables), o cuando hablamos de la atención gerontológica integral y centrada en la persona… nos queremos referir a un elevado grado de participación. Y esto, repetimos, sólo se consigue con:
a) IMPLICACIÓN
Los sistemas centrados en la persona tienen como centro al sujeto al que le concierne la construcción de esos sistemas. No hablamos de sistemas «individualizados» (se adaptan parcialmente al individuo) sino «personalizados» (nacen y se desarrollan para y por las personas). Si queremos participación hemos de facilitar la implicación de la persona: por eso el cohousing es siempre autopromovido, por eso la atención gerontológica centrada en la persona parte de una historia de vida, de las propias decisiones del día a día, del protagonismo del sujeto (no objeto) que requiere de atención. En todo caso la implicación no solo es tomar la iniciativa, también es asumir la responsabilidad y el compromiso. Precisamente ahí reside el gran poder de la participación: permite sentir como propio el proyecto del que uno forma parte. Aparece entonces una suma de compromisos individuales que robustece y dinamiza cualquier iniciativa participativa, dándole una intensidad y vivacidad que las distinguen a primera vista.
b) MÉTODO
La participación requiere método. Si todos hablamos a la vez no nos oímos. Si queremos democracia, necesitamos una organización que la sustente. Si pretendemos decidir todos y cada uno de nosotros desde ese protagonismo… necesitaremos sistemas que permitan la comunicación y el debate, que pongan sobre la mesa los deseos «del otro», que permitan esa multiplicidad de protagonistas.
Abrir las puertas de la cocina

Los residentes de Lamorous cocinan, planchan… realizan las actividades cotidianas según sus preferencias.
Volvamos al ejemplo del nuevo paradigma de atención en residencias de personas mayores: se puede dar a elegir entre dos menús dados; podemos ofrecer cualquier menú al gusto del comensal; se puede permitir hacer la compra, entrar en la cocina a mirar, o directamente hacer la comida. El cambio de modelo, que está llevando, mediante experiencias piloto, a este último paso conlleva un cambio en la organización de las residencias, de forma que se requieren, por ejemplo, menos proveedores de servicios completos y sí más asistentes para las actividades de la vida diaria, realizados de forma colaborativa por las personas residentes.
También el diseño participativo de políticas (a través de una nueva gobernanza en red), o de mejora urbana, de ciudades amigables o el trabajo en forma de coworking, la banca cooperativa o la creación de comunidades (ej. cohousing) también tiene sus propias reglas. Estas se basan en una organización del proceso de tipo bottom-up (literalmente, abajo-arriba).
«Los procesos bottom-up (…) comienzan de abajo-a-arriba a través del conocimiento, análisis y diseño detallado de todas las variables que pueden afectar al sistema. Estas partes individuales se enlazan y componen a su vez sistemas más generales, que se unen para formar sistemas globales.». Son palabras de María Toro en un artículo para LaCiudadViva.
Hasta ahora a veces se nos permitía elegir el menú, y para ello únicamente había que establecer mecanismos de consulta: ¿Qué quieres comer, que ya lo cocino yo?. Hoy, sin embargo, muchos queremos entrar en la cocina. Y eso implica abrir las puertas a los propios sistemas de organización. ¿Cuál es el objetivo de ello? ¿Quizá mejorar la calidad de la comida? No. Seguramente estamos más satisfechos, no solo con el producto final (comida) sino con el proceso (llevé un ingrediente yo misma, me alegró ver a mi amigo hacer algo junto a mí…). Pero no solo: seguramente más personas están más satisfechas, porque entre todas decidimos qué hacer. Cualquier niño sabe que la comida que ha preparado él o ella misma sabe mucho mejor. Más aún si el trabajo fue compartido.
Las dificultades
Dejar que entren en mi cocina cuesta un gran esfuerzo. ¿A quién? A mí si es mi cocina, claro. Pero fijémonos que la complicación está en la necesaria reconsideración de los procesos. Siguiendo con el ejemplo de mi cocina, para poner en marcha un proceso participativo tendré que informar a aquellas personas que querían ayudarme sobre cómo y dónde encontrar el material, quizá adaptar los utensilios a sus necesidades o competencias, tendré que considerar sus propias ideas, quizá admitir algún que otro error… Si logramos establecer las nuevas reglas, si adaptamos el sistema a las personas interesadas, el resto ya es muy fácil porque entra en juego la inteligencia colectiva, la suma de fuerzas, la colaboración eficiente y altamente productiva.
Los procesos de participación colectiva no tienen foto final previa. Sabemos por experiencia que supone un cierto desasosiego para muchas personas. Cuando alguien nos pregunta ¿cuánto cuesta un jubilar?, ¿dónde está y qué pinta tiene?… reciben algo que a menudo se malinterpreta como una respuesta vaga: lo que vosotros queráis. Realmente nuestra respuesta es muy concreta. Y tanto. Lo que garantizamos es que vamos a materializar vuestros deseos. Con un método.

Sistemas top-bottom: se diseña antes y se ofrece un producto terminado. Promoción en Saint Louis, Missouri

Sistema participativo: diseñamos entre tod@s. El resultado no sólo es el producto, también el proceso. Jubilares, mayo 2014
El método. Ej. Cohousing
Existen técnicas, avaladas por la experiencia, para muchos de estos «nuevos» sistemas participativos. En cientos de casos de cohousing se ha empleado un método de trabajo que elaboró Nielsen en Dinamarca, y el que, basándose en éste, reelaboró Charles Durret en EEUU. Nosotros hemos asimilado ambos, añadiendo un ingrediente importante para el caso del senior cohousing: la reflexión y el diseño de un sistema de previsión de asistencia integral y centrada en la persona.
Nuestro proceso, como ocurre en todas partes del mundo, pasa por crear la comunidad antes que el edificio. Y se construye fundamentalmente mediante tres talleres:
Taller 1. El grupo realiza un taller de empoderamiento como grupo, tras el que se debe obtener un equipo cohesionado, convencido de sus intenciones y capaz de trabajar conjuntamente para llevarlas a cabo. Consta de unas 10 sesiones en las que se abordan diversos temas prácticos, con el objetivo de garantizar que los participantes están «en la misma onda», que comparten los planteamientos básicos que definen su comunidad.
- Taller 2. Justo después de constituir la cooperativa, los miembros de la misma diseñan con métodos participativos el edificio o complejo residencial donde van a residir.
- Taller 3. Mientras se construye el edificio. Se elaboran las normas detalladas de convivencia que regirán la vida cotidiana.
¿Es mejor diseñarte tu casa o comprar una sobre plano? Tú decides. Aunque no haya foto previa, no tiene más riesgos diseñar con métodos participativos que asumir las decisiones de un promotor. El método es la clave, y las personas profesionales, empresas o administraciones que lideran han de hacerlo escuchando a todos y todas. Hay que liderar sin dirigir las opiniones o decisiones de los demás, evitando prejuicios, partiendo de cero aunque considerando los principios y las «líneas rojas» que se van marcando. Hay que establecer una pauta, cerrando capítulos para poder avanzar, aunque el propio método cuente con un cierto grado de flexibilidad.

Adair Village Design Charrette. http://www.stephensplanning.com/adairvillage.html
Hoy hay que comprender que el «técnico facilitador» es una herramienta más en los procesos de participación. «La vida siempre tiene razón. Es el arquitecto quien se equivoca», recordaba María Toro en el artículo antes mencionado. Ese técnico (arquitecta, urbanista, geriatra, educadora…) es un mediador. Y habrá de escuchar y empatizar bien con eso que quieren las personas que conforman lo que antes llamamos «vida».
Facilitar la participación de todos y todas, a cualquier escala y en cualquier ámbito, dará sus buenos frutos: mayor autoestima personal, creación de una red de apoyo mutuo que nos hace más resilientes, fortaleza de nuestras estructuras sociales, responsabilidad compartida, sostenibilidad social y económica…
Asumiendo que tratamos con sistemas centrados en la persona, se ha de comprender que precisamente la persona, en su valoración multidimensional, es la protagonista. Su felicidad es el objetivo, sus propios recursos son el medio, y sus ideas, compartidas de forma cooperativa, son el secreto de un éxito garantizado.
Ejemplos Internacionales (VII): Awichas bolivianas

“No quiero rejuvenecer, ya he sido niña y he corrido, he jugando como niña, ya he sido joven y he bailado, he enamorado, he gozado y sufrido mi juventud, he criado hijos y me han dado alegrías y penas, ahora quiero ser vieja, quiero gozar y sufrir mi vejez, eso es lo que correctamente me toca”.
Awicha en la lengua aymara quiere decir «abuela», pero también se aplica, en sentido cariñoso, a las ancianas de la comunidad.
«Ser mujer, pobre, india y vieja en medio de la ciudad» es, según Mercedes Zerda y Javier Mendoza (ver La Comunidad Awicha en La Paz, Bolivia), equivalente a marginación social. Las awichas están sujetas a una múltiple discriminación y se sienten inútiles en la ciudad.
Las cuatro awichas que fundaron en 1985 la casa autogestionada del Pampahasi, en La Ciudad de El Alto (La Paz, Bolivia) buscaban ese hueco dentro de la ciudad. Querían una casa, tal y como cuenta en «Mi historia de la comunidad awicha de Pampajasi» Elena Apílanez, «en la que vivir y morir juntas», compartiendo «escenas y momentos de la vida cotidiana». Se guiaron por sus tradiciones y se organizaron de forma natural como ellas sabían: estableciendo turnos para dirigir la comunidad, en una aceptación de responsabilidades casi ritual. Para el sistema de servicios colectivos así creado se contó desde el principio con las mujeres mayores en una primera propuesta intergeneracional.
Hay que decir que la casa comunal de Pampahasi tuvo un apoyo externo clave, la de la organización Helpage International, así como de la sueca Svalorna. Ellas ayudaron a que del primer grupo embrionario (14) se pasara a 40 habitantes de una gran casa en torno a un patio central.
La estructura socio-territorial y económica de la comunidad aymara es la del tradicional «ayllu», donde el territorio es propiedad común y los preceptos fundamentales la autogestión y la autodeterminación. Las relaciones humanas, dentro y fuera del ayllu se basa en los principios de reciprocidad (ayni) -como sustento básico de las relaciones humanas y postulado lingüístico por medio del cual emana la preocupación por la persona con la que se interactúa- y de intercambio (mink´a) basado en el servicio comunitario que las personas y familias prestan a favor tanto de otras familias. La filosofía aymara también asume un principio de complementariedad, el que da lugar a la creencia de que ningún se existe por sí mismo sino teniendo un complemento.
Las awichas deciden de forma consensuada, las tareas se reparten equitativamente, se organizan comisiones de trabajo y semanalmente evalúan los resultados. Es la propia comunidad la que decide quién pasa a formar parte de la misma. Los primeros años solo estaba formada por mujeres, posteriormente se incorporando los hombres ancianos (achachilas). Hoy exigen tener más de sesenta años y encontrarse en una situación socioeconómica que no les permita otros apoyos familiares. El usufructo de la habitación asignada a cada persona es vitalicio, y a su muerte no es heredable, sino que pasa de nuevo a la comunidad awicha, quien asigna un nuevo morador.
Las casas comunales incluyen zonas de cría de animales, comedores comunitarios (que sirven también a personas externas a la comunidad) y áreas de trabajo artesanal que sirve a la generación de ingresos propios.
El crecimiento de la comunidad, que hoy supera la centena, pasó por una decisión que Jubilares también comparte: el número de las comunidades no puede ser tan grande como para que la estructura de autogestión se malogre: así en 2005, cuando se rodó el vídeo, ya se habían formado 5 casas dentro de la estructura de Pampahasi. Y años más tarde ya existen seis grupos urbanos y otros siete rurales, relacionados también entre sí en esa red intergrupal que también es clave en nuestro modelo de jubilares.
En este vídeo los miembros de la comunidad awicha de Pampahasi hablan de sus preocupaciones y esperanzas y explican cuál es el objetivo de su organización que, según sus palabras, es facilitar un envejecimiento saludable integral en el marco de la autonomía y respeto a sus tradiciones.
El ejemplo nos parece interesante porque una vez más demuestra la fuerza de la comunidad de personas frente a una sociedad que individualmente las excluye. Porque obervamos que la necesidad de vivir con y como uno elige libremente es universal y profundamente humana. Porque acredita, como en muchos otros casos de cohousing, que la autogestión es posible aún en los casos en que las condiciones son desfavorables.
Los valores que transmiten este pequeño grupo de personas son muchos: se han convertido en referente al respeto al mayor (propio de su propia cultura aymara), en reivindicación de la ancianidad como parte de la vida. Dice María:
“En la radio han dicho: ‘Aunque el cuerpo esté anciano, siempre hay que tener el espíritu joven’. No entiendo eso, ¿acaso es malo tener un espíritu anciano como nuestro cuerpo?”
«Que cunda el ejemplo»
Madrid, lunes 15 de julio. Esta mañana hemos vuelto a reunirnos algunas caras conocidas y otras que ahora ya lo son en un foro excepcional, el que cada trimestre convoca, de mano de la Fundación Empresa y Sociedad, los premios «esLaIniciativa»
En la sede del CEAPAT, y junto a su directora Cristina Rodríguez Porrero, Francisco Abad (Empresa y Sociedad) ha presentado el acto y posteriormente hemos tenido la oportunidad de presentarnos los asistentes: Javier del Monte (Asociación Jubilares) con Daniel Jiménez (Noticias Positivas, de Social&Social), Gabriel B. Venegas (TEGI medios de comunicación social), Vicente Ruiz (de COPADE), y los miembros del jurado Ander Bilbao (Grupo Sörensen), José Mª Irisarri (Onza Partners), Francisco García Molina (Fundación Apsuria) y Juan Dionis. Éstos últimos han reconocido en esta convocatoria, de entre una docena de candidaturas, a las siguientes iniciativas:
− La integración laboral de personas con discapacidad intelectual en la comunidad escolar, de Gredos San Diego Cooperativa, “esLaIniciativa” de integración en el ámbito educativo.
− El cambio en el modelo de cuidado para eliminar sujeciones en centros sociosanitarios y el impulso de la norma Libera-Ger, de Grupo Torrezuri, “esLaIniciativa” de cuidados a personas mayores
− El Proyecto Coach de apoyo a profesionales que pierden su empleo, de Know Square, “esLaIniciativa” de red de conocimiento comprometida.
Emprendimiento, social, ciudadanía… palabras que por mucho emplearlas pueden no significar nada hasta que no se observa la cara del que la nombra aplicándola a su proyecto.Todos los presentes estamos de acuerdo en que queremos una sociedad responsable centrada en las personas que la conforman. Afirmaba Cristina que “la sociedad cambia porque este tipo de iniciativas ya no se limitan a los servicios sociales, sino porque empieza a haber empresarios pioneros que son capaces de sintetizar el doble ángulo empresarial y social en sus programas de innovación”.
Muchos hay que aportando su granito de arena a este cambio, quedan en el anonimato. Abad insistió en que con «esLainiciativa» se pretenden divulgar porque se espera que este reconocimiento público «aumente el compromiso social de los empresarios y de reivindicar (sic) la figura del empresario comprometido. Es una convocatoria permanentemente abierta, en la que invitamos a participar a empresarios con iniciativas que puedan inspirar a otras empresas. También a los que no suelen hablar de su compromiso social, porque generan un efecto contagio especial”.
Una vez más un pequeño acto ha servido para servir de inspiración, como decía Ander Bibao, no solo a nuevas «ideas», sino también para crear «ganas» para echarlas a andar. Social&Social trabaja en «crecer ayundando a crecer». Know Square también lo han expresado muy bien cuando afirmaban los grandes éxitos no solo entre las personas que reciben apoyo como desempleados, sino en las personas que ayudan a los otros; ese «efecto educativo» es contagioso. Hemos de fomentar, como decía José Francisco López (Know Square) una «responsabilidad social individual» (frente a la RSC) donde cada ciudadano nos sintamos responsables y comprometidos desde nuestro propio ámbito de actuación. El verdadero compromiso social comienza en cada una de las personas que componemos la sociedad.
Para contagiar hay que darse a conocer. Los premios esLaIniciativa pretenden sacar a la luz iniciativas que de otra forma no tendrían el impacto insipirador que comentamos. Muy gráficamente Paco Abad sentenció al entregar los premios: «que cunda el ejemplo».