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Estrategia grupal
El desarrollo de una iniciativa de vivienda colaborativa, cohousing, cohabitatge o jubilar implica un desarrollo de la comunidad a partir de un trabajo de inteligencia colectiva. En una primera fase lo concebimos como un proceso cercano a la investigación – acción participativa (IAP), donde son las propias personas que quieren mejorar su situación (por ej. mediante el establecimiento de un nuevo espacio residencial) las que se convierten tanto en objeto de estudio (sus necesidades, recursos, oportunidades, talentos…) como en sujeto de la propia investigación (mediante metodologías participativas).
La IAP se ha venido empleando en desarrollo comunitario, en salud pública, en educación, urbanismo participativo, etc. En tales casos suele existir una gran diversidad de agentes implicados, mucha más que en el caso de las comunidades de cohousing, donde el proceso es mucho más sencillo (para empezar, en nuestro caso todos los miembros de la comunidad, ya de entrada, quieren participar), y se concentra fundamentalmente en el que llamamos «Taller 1«: conjunto de 10 sesiones donde se conoce el grupo, se dialoga y se realizan dinámicas para «ponerse en situación» sobre las oportunidades que ofrece esta experiencia y los retos que plantea el lugar, la comunidad, el propio envejecimiento… A partir de ahí el grupo busca soluciones y propuestas y los recursos propios o externos para lograr el objetivo.
El trabajo del Taller 1 no es más que un prototipo de la estrategia grupal que seguirá desarrollando la comunidad en fases posteriores: diseño colaborativo del edificio o de las normas de funcionamiento, y la propia vida en el cohousing.
Casualmente hace unos días nos encontramos con un interesante artículo de Roberto Carballo acerca de estrategia grupal. Merece la pena leerlo y comentarlo. Es por ello que lo compartimos en este post (el artículo original se encuentra en su blog):
¿Cómo es la estrategia utilizando el grupo de trabajo? ¿Qué pasos genera o se generan? ¿Cómo van surgiendo los espacios y el aprendizaje continuos? Sólo una breve introducción.
1. Primer paso: Comienza por conocerse, por acercarse a los temas comunes, construyendo un lenguaje compartido y hasta cierto punto común. Un lenguaje conectado (otros lenguajes conviven con él. En ningún caso, es un lenguaje único, sino grupal, que se puede compartir para avanzar).
2. El segundo paso formar un grupo de trabajo, un grupo que quiere avanzar en un cierto sentido, formar el grupo y forjarlo a través de un tema en el que todos los miembros estén realmente interesados, casi necesitados, diría.
3. El grupo actuará primero analíticamente, profundizando sobre el tema, y comprendiéndolo. Actuará con un método básico, un observador que les liberará de esa función y les permitirá tener memoria de lo que hacen. El observador en un momento dado, devolverá al grupo la observación, el resumen de aprendizajes hasta ahí.
4. Esto servirá para que el grupo entre en una dinámica de mejora continua, de innovación, donde las aportaciones de los miembros, debidamente resumidas dan lugar a un paso de observación, que luego se dinamiza y profundiza e innova.
6. El espacio grupal ya está en marcha, sólo necesitamos reeditarlo una y otra vez, buscando nuevas aportaciones, sabiendo sintetizarlas, sabiendo ponerlas a disposición del grupo, sabiendo trabajarlas y ampliarlas.
7. Hay un punto en que necesitamos parar en este proceso de asociación de ideas. Por eso es bueno tener límites de tiempo, sean estos en cada reunión, sean en el tiempo marcado para la consecución de objetivos grupales.
8. Asimismo el grupo es un espacio de contrastación continua. No que esperemos al final para contrastar la validez de lo que avanzamos; lo estamos haciendo a cada momento, casi a cada momento, es un proceso continuo. Esto es muy importante, porque los errores se solventan más rápidamente, y sirven para aprender, y para que el paso siguiente absorba el error y lo convierta en positivo.
9. El grupo se comporta en la acción-investigación como un ente con valores, pero no necesita hablar de ellos, porque los tiene, los va adquiriendo, sin ser informado nadie de que los tiene. Los tiene porque su práctica los producen. El respeto, vinculado a la presencia y a la puntualidad, también a la palabra del otro; la positividad vinculada a la asociación de ideas y al sentido de holding que adquiere el conjunto; la innovación a partir de un proceso continuo de mejora y perfeccionamiento de lo que se hace y cómo se hace, un aprendizaje continuo. Y muchos más valores menores, pero también importantes, como la escucha activa -no entrando en discusiones inútiles que son casi siempre provocadas por la prepotencia de los actores, que no escuchan lo que el otro dice-, como la humildad, nacida de la percepción directa de que todos aportan cosas y sorprendentemente importantes, etc.
El texto de Carballo se completa con su comentario acerca del primer punto: conocerse. Llegar a hablar un lenguaje común es prioritario para trabajar en grupo. Y sin embargo no es imprescindible ni la ideología común ni la amistad, algo que es habitual preocupe a los grupos con los que venimos trabajando de hace tiempo: «conocerse previamente y hasta ser amigos no es una condición suficiente para tener un buen desarrollo grupal. Si el grupo ha de rendir a corto-medio plazo puede ser una ventaja, pero si ha de hacerlo a medio-largo probablemente no. En muy pocos casos la amistad favorece el desarrollo grupal, más bien lo dificulta, porque muchas veces, por desgracia, es un factor que reduce la tensión adecuada en la novedad, y que permite muchas excepciones a los que son amigos. Casi siempre hay uno más responsable y otro menos responsable, y uno tapa al otro siguiendo la ley de los hermanos. Con esto no quiero afirmar que es peor ser amigos para ser grupo, pero no es una condición ni necesaria ni suficiente.»
Para conocerse, empezamos como dice Roberto Carballo «haciendo cosas, haciendo cosas comunes, iniciando el camino del conocimiento y del grupo». Bien, esa acción compartida (participación) es la base del desarrollo de la comunidad jubilar que se continuará tras el mencionado Taller 1 en el futuro próximo. Es, para el caso de las personas mayores, envejecimiento activo. Es, en todo caso, fundamento de una buena vecindad y mejora del medio en que vivimos. Como decía Jaime Lerner refiriéndose también al entorno físico: el que conoce, ama. El que ama, cuida… Conocer(se) tal y como lo hemos formulado es un buen punto de partida para la estrategia grupal y, con ésta, el desarrollo de una comunidad autogestionada (cohousing), o la participación ciudadana, la construcción de ciudades amigables o la hoy tan necesaria sociedad de los cuidados.
Creando futuro
Por: Luis Miró y Mavi Catalá (Coaching de Mayores)
Crear una comunidad es diseñar y construir ese espacio físico y arquitectónico donde queremos vivir una etapa valiosa de nuestra vida y es también, no menos importante, crear ese espacio de relaciones que van a sostener nuestro futuro.
Desde nuestro punto de vista, como coaches, una comunidad de Jubilares tiene más que ver con un equipo que con un grupo. Un equipo tiene objetivos comunes, define sus reglas, establece roles, sus miembros tienen habilidades complementarias y, además, comparten una responsabilidad individual y grupal.
Constituir un equipo no es algo inmediato y espontáneo, en el mundo del deporte y las empresas tenemos multitud de ejemplos que nos lo demuestran cada día. Una característica interesante de los equipos es que la suma de grandes individualidades no hace un equipo grande, sin embargo, un equipo excelente hace excelentes a sus miembros. Lo relevante es el sistema y los individuos crecen con él.
Esto significa que para constituir una comunidad Jubilar con éxito es necesario contar con varios factores, entre los que destacamos:
- la metodología para definir y establecer la comunidad
- el compromiso de los partícipes
Metodología
La Asociación Jubilares cuenta con una amplia experiencia en la implantación de una metodología contrastada que establece buenas prácticas para la convivencia y asegura el avance del proyecto en su conjunto. En ella se revisan desde el propósito y objetivos de la comunidad hasta su puesta en marcha, pasando por el desarrollo de habilidades de comunicación, escenarios de envejecimiento, limitaciones, cuidados, trabajo interior y trabajo exterior o economía del envejecimiento.
Sin embargo, el éxito no radica sólo en una buena práctica de una buena metodología y aquí es donde incide el segundo factor.
Compromiso
Para que un equipo, empresa o comunidad funcione requiere del compromiso de sus miembros. El compromiso es, en definitiva, lo que conecta nuestras necesidades e intereses con nuestras acciones y comportamientos.
Según los estudios más recientes, el compromiso individual con una organización se sustenta en el equilibrio tres componentes:
- demandas: lo que la comunidad nos solicita que realicemos (tareas, organización, roles, esfuerzo, etc.).
- aportaciones: lo que la comunidad nos ofrece (apoyo, realización, autonomía, cuidados, disfrute, etc.).
- recursos personales: las habilidades, competencias y fortalezas que cada persona tiene y desarrolla.
La forma en cómo cada persona interpreta, desde sus recursos, el balance entre lo que la comunidad le requiere y lo que obtiene va a determinar su nivel de compromiso con la misma.
Como resultado, los miembros comprometidos se identificarán con los valores de la comunidad (autonomía, generosidad, solidaridad, etc.), encontrarán en las actividades llevadas a cabo un reto interesante para ellos (comunidad, cuidados, trabajo interior y exterior, etc.) y su actitud será proactiva.
En nuestra opinión, a modo de resumen, para constituir una comunidad de Jubilares sostenible y resiliente, capaz de superar dificultades, es necesario adoptar una metodología que permita establecer las bases de una buena convivencia, conectar con las necesidades e intereses de los partícipes, desarrollar habilidades personales, debatir sobre los valores, demandas y aportaciones de la comunidad y, finalmente, dotarse de los mecanismos para resolver los conflictos, es decir, para saber “cómo ponerse de acuerdo para estar de acuerdo cuando no estén de acuerdo”.
POSTSUBURBIA: o cómo mejorar nuestros suburbios residenciales
«Estos territorios han sido planeados sin tener en cuenta la complejidad de la vida cotidiana, por lo que surgen serias dificultades para realizar las tareas de cada día. No se trata solamente de un modelo insostenible en términos medioambientales y energéticos sino también para las personas, en sus tiempos y el derecho a desarrollar sus propias vidas».
Con estos términos tan duros se expresan los autores de un fabuloso librito, «POSTSUBURBIA«, que pretende analizar y proponer mejoras sobre un cierto tipo de ciudad, ese que puebla nuestros extrarradios, que ellos llaman «urbanizaciones residenciales monofuncionales de baja densidad», o dicho en términos que todos comprendamos, las urbanizaciones de viviendas unifamiliares que no albergan ningún otro uso.
Este modelo urbano es una desfiguración de las «ciudades jardín» del XIX: ¡Qué gran diferencia entre aquella primera ciudad jardín de Lechtworth, en forma de cooperativa conformada por 32 apartamentos sin cocina, y nuestras hileras de adosados entre calles desiertas! Copiamos características formales (vivienda unifamiliar repetida) y olvidamos lo esencial: «urbe entendida como espacio de política y de la sociedad, habitada por personas distintas…»
En los primeros capítulos del libro se recuerda cómo el modelo de suburbio norteamericano fue adoptado para las familias de clase media como respuesta a un crecimiento muy rápido de las ciudades, y respondía además un determinado modo de vida en el que la mujer desempeña un papel fundamental (o casi exclusivo) dentro del hogar: la «feliz ama de casa», la «mamá-taxi» que «debe realizar el transporte familiar en detrimento de su propio tiempo y trabajo».
La crítica a este modelo comenzó hace ya medio siglo. Sin embargo hemos seguido adoptando, «como negocio inmobiliario y de consumo» (no como modelo ideal de organización territorial y urbana), estas estructuras suburbiales en muchos casos faltas de vida. Salvo admirables excepciones, hoy suponen, y por ello lo traemos aquí a colación, lugares para la exclusión social, barrios cuya concepción y diseño hacen que las personas mayores (y muchas otras) tengan muy dificil relacionarse. ¿Qué ocurre por ejemplo cuando una persona pierde la capacidad de conducir?… Hoy muchas de esas casas familiares son habitadas por una persona o pareja de personas mayores cuya tarea principal del día es alejarse de su casa para acudir a la más pequeña «vivienda familiar» de los hijos (situada hoy en el centro de la ciudad) para recoger y cuidar a sus nietos… ¡Qué contrasentido!
Los suburbios creados para las personas se convirtieron poco a poco en territorios para los coches, y ahora queremos volver a los orígenes. De nuevo aspiramos a vivir cerca de nuestro trabajo, tener actividades urbanas de cultura, educación, ocio… No queremos desperdiciar nuestro tiempo. Volvemos a comprar el pan a diario en panaderías y no en el hipermercado. ¡Queremos vivir en nuestra casa hasta el final! nos dicen muchas personas a menudo, pero los entornos en los que se asientan esas casas muchas veces nos aislan, no invitan al paseo ni a quedarse a charlar con el vecino en la calle…
La zonificación de la ciudad planteada por la Carta de Atenas de 1942 partía de un planteamiento reduccionista de las necesidades de la sociedad dentro de la ciudad: «habitar, circular, trabajar y recrearse». En los 80, sin embargo, Manfred Max-Neef define nueve necesidades para el desarrollo humano, «las mismas en todas las culturas y en todos los períodos históricos»: «la subsistencia, la protección, el afecto, el entendimiento, la participación, el ocio, la creación, la identidad y la libertad». Los autores de Postsuburbia beben de estas fuentes, miran hacia la vida cotidiana y plantean en una segunda parte del libro una metodología para el análisis de estas áreas residenciales, basada por cierto (como no puede ser de otra manera) en la participación social de los propios implicados.
Finalmente el grueso del libro plantea cinco líneas estratégicas con decenas de actuaciones para lograr los siguientes objetivos:
1.- Fortalecer las áreas de proximidad: conectando la urbanización con su entorno, mejorando la red cotidiana, potenciando recorridos útiles y accesibles…
2.- Favorecer la mezcla física y social: aumentando la densidad, permitiendo otros usos más allá del residencial, reactivando la vida urbana…
3.- Garantizar la vida con autonomía: priorizando la movilidad peatonal, adecuando el transporte público y otros medios, mejorando la percepción de seguridad…
4.- Fortalecer el sentido de pertenencia y comunidad: mejorando la calidad del paisaje, fomentando ámbitos de participación y organización comunitaria, identificando y recuperando las características culturales del lugar…
5.- Promover un equilibrio medioambiental y una vida sana: preservando y promoviendo la biodiversidad autóctona, reduciendo el impacto energético y físico generado, promoviendo vida sana…
Volveremos a comentar sobre las actuaciones propuestas, merece la pena profundizar en ellas. Muchas implican a las administraciones, otras a organizaciones sociales, otras pueden partir de los propios vecinos a título individual. El manual establece prioridades y niveles de dificultad. En todo caso existen métodos, herramientas e intereses diversos como para que con voluntad de mejorar la ciudad sean posibles los acuerdos para simplemente hacerlo. No se trata de un compendio de ideas utópicas. Establecer redes de apoyo a personas que viven solas, promover el intercambio de viviendas, crear viviendas dotacionales y promover viviendas cooperativas y cohousing (como los jubilares), compartir espacios entre distintos equipamientos, favorecer la cesión pública de espacio privado, adaptar plantas bajas para actividad comercial, ceder temporalmente suelo para equipamientos o usos comunitarios… son solo alguna de las más de 160 actuaciones que se proponen en el libro. Nuestra asociación participa en el esfuerzo por transformar la realidad física y social con el objetivo de «mejorar la autonomía, la seguridad y la igualdad de oportunidades», y se postula como un agente más que favorezca o posibilite esas actuaciones. Enhorabuena al equipo de Postsuburbia por el trabajo.