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Modelos ante el reto del cohousing
Hemos mencionado en diversas ocasiones las características que definen el modelo residencial que en el ámbito internacional se viene a llamar cohousing. Resumimos de nuevo aquí:
- Autopromovido, de iniciativa y diseño del grupo.
- Diseño intencional para favorecer la relación vecinal
- Zonas comunes significativas, extensión de las viviendas (no de gestión externa)
- Autogestionado, con organización colaborativa de las tareas comunes (comisiones)
- No hay jerarquías, y los papeles se reparten de forma natural
- La economía es privada, y las viviendas cuentan con todos los elementos que aseguran la independencia de los residentes
La definición es empírica. Se obtiene a partir de los cientos de experiencias de éxito, que parecen mantener esas condiciones comunes. No obstante, sería ingenuo suponer que se trata de invariantes absolutamente estáticos y sin gradación. Existen escalas de participación y grados de compromiso o responsabilidad que asumen: algunas personas / todas las residentes / el grupo embrionario / las personas facilitadoras… ¿Hasta qué punto es previsible el éxito o fracaso de las iniciativas según esos grados de implicación? Un interesante artículo de Joanna Williams del año 2008 presentaba un cuadro análogo al que aquí reconstruimos, en el que agrupa tres modelos (podríamos decir tendencias) para el desarrollo de iniciativas de cohousing:

Reelaboración a partir de Tabla I en Williams, J., Predicting an American future for cohousing. En Futures 40 (2008) 268-286. Marcamos en verde el esquema en el que creemos desde Jubilares.
En todos los casos las personas residentes se hallan comprometidas en el desarrollo (antes y/o después) de la comunidad. Recordemos que la autogestión es característica básica del cohousing.
Liderado por residentes
El primero de los modelos involucra a las personas residentes tanto en los procesos de creación de comunidad como en los más operativos de construcción del complejo. Los residentes cargan con los costes y riesgos financieros asociados al proyecto. Por supuesto contratan servicios profesionales y los dirigen. Esto implica experiencia y alto grado de compromiso. Se trata del modelo que logra una mayor cohesión del grupo y con ella, mayor apoyo social, etc. No obstante, hay que destacar sus complicaciones:
- Dificultad para los diversos compromisos
- Dificultades financieras
- Necesidad de una alta experiencia técnica y de gestión
- Dificultades para competir con promotores en la obtención de suelo
- Momentos de zozobra y duda. Bloqueo. Sensación de estar reinventando la rueda.

Trabensol (en Torremocha del Jarama) es iniciativa desarrollada exclusivamente por las personas residentes. Han tenido que lidiar mil batallas durante casi 14 años para lograr su sueño. El premio: una comunidad fuertemente cohesionada
Enfoque especulativo. El promotor
Es debido a esta serie de obstáculos por lo que surgen otros modelos: el especulativo (el desarrollado principalmente por un promotor) es el más ágil para el desarrollo de un producto inmobiliario. Pero ¿es eso lo que se quiere lograr? Diversos estudios (ej. Williams o Durrett) demuestran que «el enfoque especulativo puede encontrar grandes dificultades para el establecimiento de comunidades cohesionadas». En España comienzan a surgir «promotoras de cohousing» y es importante que se tenga en cuenta este hecho: la cesión de responsabilidad ligada a la falta de implicación durante el desarrollo no facilita que a posteriori se logre el objetivo de cohesión, de mutualismo comunitario, de resiliencia… posiblemente deseado por las personas que pretenden vivir en cohousing.

El error de Mariendalsvej, en Copenhague, fue del Fondo que promovía la inciativa, al no implicar de manera suficiente a los residentes. Así, la comunidad desapareció antes de comenzar a vivir en el complejo (Charles Durrett, en «El Manual del Senior Cohousing»)
La figura de promotor no necesariamente ha de ser una empresa ajena al grupo embrionario. En ocasiones se trata de alguno de los miembros del mismo. En ese caso es importante tomar conciencia del papel que juega cada una de las personas implicadas en el proceso (por ej. promotor que sólo pone el suelo, o financia, o… pero no tiene mayor peso en otras fases del proceso), y trabajar especialmente por el empoderamiento de todas y lograr un plano de igualdad en la toma de decisiones. Así nos acercaríamos al óptimo «modelo asociativo»:
Modelo asociativo
Como se puede observar en el cuadro de Williams, este modelo intermedio permite que una entidad o persona promotora / facilitadora tenga mayor protagonismo en diversas etapas (las de tipo técnico o de gestión) al tiempo que mantiene el liderazgo de las residentes en todo el proceso. Aquí existen muchas formas de colaboración. En algunos países la Administración es clave pues puede ayudar en la obtención del suelo o en la financiación parcial del proyecto. En otros casos se revelan como una figura interesante la de «promotores sin ánimo de lucro», que asumen riesgos de la promoción al tiempo que asumen las aportaciones que la comunidad decide en asamblea.
Organizaciones como nuestra asociación Jubilares u otras como Cohousing Verde, ofrecen cooperación en tareas de facilitación o de gestión (por ejemplo en la intermediación con otras entidades públicas, bancarias, etc.), y sin embargo no restan el protagonismo que creemos ha de desarrollar el grupo de personas para lograr (más aún cuando hablamos de senior cohousing) herramientas de vida colaborativa, fundamentales para un envejecimiento con éxito (autonomía, participación, seguridad, salud…). En nuestro caso no podría ser de otra manera pues son las comunidades de jubilares las socias de nuestra entidad sin ánimo de lucro. La caja de herramientas que se ofrece al grupo motor incluye métodos participativos de planificación del proceso o diseño arquitectónico o de estrategias para la atención a la dependencia, una gran red de personas y organizaciones con las que colaborar, investigación, difusión y ayuda en la ampliación del grupo, trabajo de facilitación con métodos participativos para la cohesión de comunidad…
A qué llamamos «participación»
«Voy a hacer la clase más participativa, dice el profesor. Fulanito, sal a la pizarra y cuéntame qué acabo de explicar…»
La alcaldesa: «Implementaremos un programa de participación ciudadana a partir del cual los vecinos podrán, en el plazo de 10 días, alegar mediante impreso de solicitud normalizada acerca de…»
«Nuestros mayores participan según sus preferencias. Pueden apuntarse bien al taller textil o al de pintura. También les preguntamos qué canal quieren ver durante el rato de ver la televisión…»
La palabra «participación» etimológicamente significa «tomar parte» en algo. Así que podemos concluir que los ejemplos citados son efectivamente participativos aunque sea cosa de un tercero el decidir qué «parte» dejar en nuestras manos. ¿Es este el tipo de «participación» que hoy se reclama en la calle, en los medios de comunicación, en las redes sociales…?
Nuestros amigos de VIC (Vivero de Iniciativas Ciudadanas) definen participación como esos «procesos y dispositivos de mediación y relación que facilitan la implicación activa de personas y colectivos en todo tipo de cuestiones». Así pues, son los grados de implicación (propia de la persona que participa) y de relación (propia del método) los que determinan que el proceso es más o menos participativo.
Cuando en Jubilares hablamos de participación, tanto para la creación de comunidades de senior cohousing («jubilares») o para la transformación del lugar mediante iniciativas urbanas participativas (por ejemplo en proyectos como los de ciudades amigables), o cuando hablamos de la atención gerontológica integral y centrada en la persona… nos queremos referir a un elevado grado de participación. Y esto, repetimos, sólo se consigue con:
a) IMPLICACIÓN
Los sistemas centrados en la persona tienen como centro al sujeto al que le concierne la construcción de esos sistemas. No hablamos de sistemas «individualizados» (se adaptan parcialmente al individuo) sino «personalizados» (nacen y se desarrollan para y por las personas). Si queremos participación hemos de facilitar la implicación de la persona: por eso el cohousing es siempre autopromovido, por eso la atención gerontológica centrada en la persona parte de una historia de vida, de las propias decisiones del día a día, del protagonismo del sujeto (no objeto) que requiere de atención. En todo caso la implicación no solo es tomar la iniciativa, también es asumir la responsabilidad y el compromiso. Precisamente ahí reside el gran poder de la participación: permite sentir como propio el proyecto del que uno forma parte. Aparece entonces una suma de compromisos individuales que robustece y dinamiza cualquier iniciativa participativa, dándole una intensidad y vivacidad que las distinguen a primera vista.
b) MÉTODO
La participación requiere método. Si todos hablamos a la vez no nos oímos. Si queremos democracia, necesitamos una organización que la sustente. Si pretendemos decidir todos y cada uno de nosotros desde ese protagonismo… necesitaremos sistemas que permitan la comunicación y el debate, que pongan sobre la mesa los deseos «del otro», que permitan esa multiplicidad de protagonistas.
Abrir las puertas de la cocina

Los residentes de Lamorous cocinan, planchan… realizan las actividades cotidianas según sus preferencias.
Volvamos al ejemplo del nuevo paradigma de atención en residencias de personas mayores: se puede dar a elegir entre dos menús dados; podemos ofrecer cualquier menú al gusto del comensal; se puede permitir hacer la compra, entrar en la cocina a mirar, o directamente hacer la comida. El cambio de modelo, que está llevando, mediante experiencias piloto, a este último paso conlleva un cambio en la organización de las residencias, de forma que se requieren, por ejemplo, menos proveedores de servicios completos y sí más asistentes para las actividades de la vida diaria, realizados de forma colaborativa por las personas residentes.
También el diseño participativo de políticas (a través de una nueva gobernanza en red), o de mejora urbana, de ciudades amigables o el trabajo en forma de coworking, la banca cooperativa o la creación de comunidades (ej. cohousing) también tiene sus propias reglas. Estas se basan en una organización del proceso de tipo bottom-up (literalmente, abajo-arriba).
«Los procesos bottom-up (…) comienzan de abajo-a-arriba a través del conocimiento, análisis y diseño detallado de todas las variables que pueden afectar al sistema. Estas partes individuales se enlazan y componen a su vez sistemas más generales, que se unen para formar sistemas globales.». Son palabras de María Toro en un artículo para LaCiudadViva.
Hasta ahora a veces se nos permitía elegir el menú, y para ello únicamente había que establecer mecanismos de consulta: ¿Qué quieres comer, que ya lo cocino yo?. Hoy, sin embargo, muchos queremos entrar en la cocina. Y eso implica abrir las puertas a los propios sistemas de organización. ¿Cuál es el objetivo de ello? ¿Quizá mejorar la calidad de la comida? No. Seguramente estamos más satisfechos, no solo con el producto final (comida) sino con el proceso (llevé un ingrediente yo misma, me alegró ver a mi amigo hacer algo junto a mí…). Pero no solo: seguramente más personas están más satisfechas, porque entre todas decidimos qué hacer. Cualquier niño sabe que la comida que ha preparado él o ella misma sabe mucho mejor. Más aún si el trabajo fue compartido.
Las dificultades
Dejar que entren en mi cocina cuesta un gran esfuerzo. ¿A quién? A mí si es mi cocina, claro. Pero fijémonos que la complicación está en la necesaria reconsideración de los procesos. Siguiendo con el ejemplo de mi cocina, para poner en marcha un proceso participativo tendré que informar a aquellas personas que querían ayudarme sobre cómo y dónde encontrar el material, quizá adaptar los utensilios a sus necesidades o competencias, tendré que considerar sus propias ideas, quizá admitir algún que otro error… Si logramos establecer las nuevas reglas, si adaptamos el sistema a las personas interesadas, el resto ya es muy fácil porque entra en juego la inteligencia colectiva, la suma de fuerzas, la colaboración eficiente y altamente productiva.
Los procesos de participación colectiva no tienen foto final previa. Sabemos por experiencia que supone un cierto desasosiego para muchas personas. Cuando alguien nos pregunta ¿cuánto cuesta un jubilar?, ¿dónde está y qué pinta tiene?… reciben algo que a menudo se malinterpreta como una respuesta vaga: lo que vosotros queráis. Realmente nuestra respuesta es muy concreta. Y tanto. Lo que garantizamos es que vamos a materializar vuestros deseos. Con un método.

Sistemas top-bottom: se diseña antes y se ofrece un producto terminado. Promoción en Saint Louis, Missouri

Sistema participativo: diseñamos entre tod@s. El resultado no sólo es el producto, también el proceso. Jubilares, mayo 2014
El método. Ej. Cohousing
Existen técnicas, avaladas por la experiencia, para muchos de estos «nuevos» sistemas participativos. En cientos de casos de cohousing se ha empleado un método de trabajo que elaboró Nielsen en Dinamarca, y el que, basándose en éste, reelaboró Charles Durret en EEUU. Nosotros hemos asimilado ambos, añadiendo un ingrediente importante para el caso del senior cohousing: la reflexión y el diseño de un sistema de previsión de asistencia integral y centrada en la persona.
Nuestro proceso, como ocurre en todas partes del mundo, pasa por crear la comunidad antes que el edificio. Y se construye fundamentalmente mediante tres talleres:
Taller 1. El grupo realiza un taller de empoderamiento como grupo, tras el que se debe obtener un equipo cohesionado, convencido de sus intenciones y capaz de trabajar conjuntamente para llevarlas a cabo. Consta de unas 10 sesiones en las que se abordan diversos temas prácticos, con el objetivo de garantizar que los participantes están «en la misma onda», que comparten los planteamientos básicos que definen su comunidad.
- Taller 2. Justo después de constituir la cooperativa, los miembros de la misma diseñan con métodos participativos el edificio o complejo residencial donde van a residir.
- Taller 3. Mientras se construye el edificio. Se elaboran las normas detalladas de convivencia que regirán la vida cotidiana.
¿Es mejor diseñarte tu casa o comprar una sobre plano? Tú decides. Aunque no haya foto previa, no tiene más riesgos diseñar con métodos participativos que asumir las decisiones de un promotor. El método es la clave, y las personas profesionales, empresas o administraciones que lideran han de hacerlo escuchando a todos y todas. Hay que liderar sin dirigir las opiniones o decisiones de los demás, evitando prejuicios, partiendo de cero aunque considerando los principios y las «líneas rojas» que se van marcando. Hay que establecer una pauta, cerrando capítulos para poder avanzar, aunque el propio método cuente con un cierto grado de flexibilidad.

Adair Village Design Charrette. http://www.stephensplanning.com/adairvillage.html
Hoy hay que comprender que el «técnico facilitador» es una herramienta más en los procesos de participación. «La vida siempre tiene razón. Es el arquitecto quien se equivoca», recordaba María Toro en el artículo antes mencionado. Ese técnico (arquitecta, urbanista, geriatra, educadora…) es un mediador. Y habrá de escuchar y empatizar bien con eso que quieren las personas que conforman lo que antes llamamos «vida».
Facilitar la participación de todos y todas, a cualquier escala y en cualquier ámbito, dará sus buenos frutos: mayor autoestima personal, creación de una red de apoyo mutuo que nos hace más resilientes, fortaleza de nuestras estructuras sociales, responsabilidad compartida, sostenibilidad social y económica…
Asumiendo que tratamos con sistemas centrados en la persona, se ha de comprender que precisamente la persona, en su valoración multidimensional, es la protagonista. Su felicidad es el objetivo, sus propios recursos son el medio, y sus ideas, compartidas de forma cooperativa, son el secreto de un éxito garantizado.
¿Tu ciudad, amigable con las personas mayores? Tú eres responsable
El «tú» del título no es solo una opción de estilo. Apelamos a tu responsabilidad personal…
En otras ocasiones hemos comentado sobre el proyecto de la OMS de la Red de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores. Ahí puedes leer sobre el origen, sus principios (inclusión, diversidad, dignidad y opción de vida, autonomía… ) y objetivo final (prolongación de la vida libre de dependencia).
Recordamos que se trata de un proyecto de la OMS, liderado en España por IMSERSO. A día de hoy ya son 35 ayuntamientos que en España los que se han comprometido para ser «ciudad amigable». Aprovechando que el jueves pasado participamos en la interesantísima jornada de la semana pasada sobre «¿Cómo ser una ciudad amigable para las personas mayores? hoy el foco lo ponemos en el rol que, dentro de la Red, juegas tú mismo.
Y es que, como recordaba Carlos Martínez, de UDP, «llamar amigo es interesarse por él, echar una mano, colaborar… amar». El proyecto de Ciudades Amigables es así un proyecto de solidaridad intergeneracional (sirve a todas las personas, no solo a las de mayor edad) que necesariamente te implica a ti. Porque nadie puede imponer la amistad…

Mapa de ciudades españolas adheridas a la Red Mundial. Obtenida de IMSERSO, junio de 2014
Es la gran novedad de este proyecto, que te incumbe no solo como receptor, consumidor u objeto de programas destinados a personas mayores y a ciudadanos y ciudadanas en general, sino a ti como principal partícipe.
Lo definitorio de esta pionera experiencia esencialmente local y al tiempo global, es que tratamos de un proceso participativo, donde la OMS, el IMSERSO, tu ayuntamiento, tu asociación de vecinos y, sobre todo, tú mismo, trabajáis en equipo.
Sobre la jornada comentada, te recomendamos la crónica de la revista Autonomía Personal. Así nos centramos en lo que más nos interesa: qué puedes hacer tú para que tu ciudad sea amigable con las personas mayores (… con las personas).
La iniciativa es tuya
Tradicionalmente en las políticas cuyo objetivo son las personas mayores «se cocinan los platos y se nos invita a la mesa, pero no se nos ha dado la oportunidad de elegir el menú». Así lo expresaba Luis Martín Pindado el jueves pasado. Nosotros añadiríamos aún más: ¿por qué no nos dejan entrar en la cocina? ¿e incluso comprar los ingredientes en el mercado? Pues bien, el proyecto de Red de Ciudades Amigables es facilitador de todo ello. El proceso de inclusión, como decía Carmen Rodríguez (Santander, ciudad amigable), comienza ya en la toma de decisiones.
Seguramente tienes cosas que decir acerca de la «amigabilidad» de tu ciudad para con las personas mayores. No se trata solo de un problema de accesibilidad, quizá has observado que «los impresos oficiales son difíciles de leer, y hasta de comprender». Quizá echas en falta espacios adecuados para desarrollar actividades que necesitas, a lo mejor la farmacia está demasiado lejos, quizá el transporte, o la falta de sombras en la calle, el desconocimiento de las nuevas tecnologías… no facilitan tu vida diaria. Posiblemente no es nada de esto, y sí otras muchas cosas que tú sí sabes.
No hace falta esperar a que los servicios municipales pongan en marcha el proceso. Tienes la posibilidad de instar a tu corporación local a incorporarse a la red. Muchas no lo habrán hecho por desconocimiento. Se trata de que la alcaldía firme una carta de compromiso con la Red. Es recomendable que haya amplia mayoría por parte de los representantes políticos, pues es un proyecto a largo plazo. Una vez hecho esto hay que poner en marcha las cuatro fases:
La reflexión y las propuestas son tuyas
Fase 1 (años 1-2): se crea el mecanismo que servirá a la participación de las personas mayores (tú mismo) en el ciclo de la Red, se hará una evaluación inicial para observar si la ciudad está adaptada, se formula un plan de acción que incluirá el método de evaluación del progreso del plan.
El proyecto tiene un enfoque participativo ascendente: parte de la experiencia de las personas mayores, de tu propia experiencia, sobre qué es o no amigable. Para ello, mediante la organización de grupos focales, se realiza una investigación en la que tendrás que responder, junto con otras personas, organizaciones sociales, proveedores de servicios… a unas preguntas que, para mayor facilidad, forman parte de un protocolo previamente elaborado.
El grupo focal lo formáis unas 8-10 personas, de distinto estatus, edad, etc. Las cuestiones se plantean en torno a las 8 áreas del gráfico, y tienen un efecto de impacto múltiple (la mejora del transporte quizá podría conllevar una mejora en tu dieta, que a su vez mejora tu salud, con ello la economía de la población, que facilita un mejor transporte…)
El desarrollo de los programas, la evaluación y la redefinición pueden ser tuyas
La evaluación arroja interesantes propuestas. La semana pasada nos contaban los responsables de los ayuntamientos más avanzados (Bilbao, Zaragoza…) que aquéllas suelen ser «moderadas y sensatas». Geoff Green (asesor de la OMS) recordaba cómo muchas de las medidas propuestas ni siquiera tienen coste económico. Y es que seguramente cuando sientes de forma responsable que tu voz servirá efectivamente a la mejora de tu ciudad, tu visión se vuelve ambiciosa pero realista.
- Fase 2 (años 3-5): Las propuestas afectan de forma transversal a las áreas del protocolo de Vancouver pero también a las áreas de gestión del ayuntamiento (urbanismo, servicios sociales, movilidad, etc.). Con ello se definen ejes de intervención, luego programas y finalmente los proyectos que formarán parte de un plan de acción.
Reconozcámoslo, no en todos los municipios se ha dado este paso de forma absolutamente participativa. En algunos de ellos el Ayuntamiento o las empresas contratadas a tal fin han elaborado dicho plan de acción por sí mismas, contando solo con métodos de participación ciudadana en la evaluación inicial. A veces cuesta el trabajo en las distintas áreas municipales. En varios casos la participación es aún escasa. Sería recomendable (insiste tú mismo) que tú sigas interviniendo en cada uno de los pasos: los programas, los proyectos, la reelaboración o rediseño de éstos, etc. Todo de una forma reiterativa y con el apoyo continuo de los partidos políticos con representación, las distintas áreas de gobierno…
En Zaragoza, por ejemplo, un grupo de trabajo, nuevamente con la participación de personas como tú, valida las propuestas que ha desarrollado el área de gobierno del ayuntamiento. Además, las personas mayores son las que también priorizan las acciones a emprender. Así el proceso es completamente transparente y participativo.
Otro ejemplo para ilustrar una participación a varios niveles: en Manresa el proyecto art k’suma provino de las propuestas de los grupos focales sobre la necesidad de programas intergeneracionales. Una concreción de ello es la beca anual a una iniciativa artística de tipo intergeneracional, donde nuevamente participan las personas mayores. Este vídeo y el mural que se describe en él fueron realizados por dos chicas y su abuela, con la ayuda de otras 15 personas mayores. El tema de la pintura también es pertinente: la evolución del ser humano a lo largo de toda su vida…
La evaluación y mejora es cosa tuya
Fase 3 (año 5): Se envía a la OMS un informe sobre los progresos realizados, que será evaluado con los indicadores definidos en la primera fase.
- Fase 4. Mejora continua: si se comprueba que tu ciudad ha hecho progresos, pasará a una fase de mejora continua, y será invitada a elaborar un nuevo plan de acción de hasta 5 años de duración. Tu ciudad pertenecerá a la Red mientras exista el compromiso de ejecutar nuevos ciclos
Tú decidiste en la fase 1 los indicadores con que se evalúan los resultados. Tú puedes continuar desde tu propia posición, en un proceso de mejora continua.
Una gran responsabilidad, sí, pero tienes ayuda
Pertenecer a la Red de Ciudades Amigables no es una «etiqueta» que pueda colocarse con fines electoralistas. Es un proceso continuo que solo es viable si tú mismo asumes el compromiso y trabajas para esa mejora del medio. El cartel de la red canadiense lo expresa con humildad: «en camino hacia las comunidades amigables con las personas mayores».
Este camino es compromiso de todas la comunidad, también la tuya. Como suele decir Paca Tricio, presidenta de la Unión Democrática de Pensionistas, las personas mayores ya estamos cansadas de tanto estudio, proyección… ¿Cuándo vamos a hacer algo? Si te abruma la responsabilidad recuerda que tienes ayuda: un método. Todo lo participativo (no nos cansamos de repetirlo, porque también es la clave de construcción de un jubilar) tiene método. Siempre.
En este caso el método es el protocolo de Vancouver propuesto por la OMS, y adaptado en nuestro país por un excepcional equipo de trabajo. Éste ha elaborado el documento que te guiará en el proceso, Protocolo de Vancouver – adaptación al contexto España. También te indica Recomendaciones para la participación en la Red de Ciudades y Comunidades amigables con las personas mayores.
Finalmente, la propia Red sirve de guía. Puedes conocer qué están desarrollando cada uno de los municipios adheridos, en un proceso continuo de intercambio de información.
Te animamos a asumir el reto. Es responsabilidad tuya. Nuestra. Como ves no estás solo. Por nuestra parte, Jubilares, como asociación comprometida con la mejora del medio para la inclusión efectiva de las personas mayores, te tiende asimismo la mano para participar allí donde nos lo pidas, para acompañar, como es nuestra misión, en la medida que desees y a la escala que corresponda.
Ciudades amigables CON las personas mayores
«Ciudades amigables con las personas mayores«. Quizá ya hayas oído sobre esto. No se trata (tan solo) de lugares accesibles a sillas de ruedas o personas con bastón, o llenos de bancos donde poder sentarse a disfrutar del espacio urbano. El concepto «amigable» en este caso va más allá de la «usabilidad», y la preposición «con» de la versión española (en inglés solo «age-friendly») denota quién interviene en los procesos que derivan en la creación de ese tipo de ciudad.
No son palabras huecas. Intentaremos en estas breves líneas clarificar el significado de esta ambiciosa iniciativa a nivel mundial:
Se trata de un proyecto de la Organización Mundial de la Salud en 2002. Fue impulsado por el envejecimiento progresivo de la población, pero también por el rápido crecimiento de los entornos urbanos (80% de la población mundial vivirá en las ciudades en pocas décadas).
El proyecto piloto se inició en 33 ciudades del mundo y entonces se redactó la Guía de ciudades amigables con las personas mayores: se definen como tales aquellas ciudades que «facilitan el envejecimiento activo de las personas mayores promoviendo su participación y elección de estilo de vida, protegiendo a las personas vulnerables y promoviendo su inclusión en la sociedad de la que forman parte».
El argumento que está en la base dice en resumen que viviendo de tal forma, las capacidades de las personas pueden situarse por encima del umbral de la dependencia durante mucho más tiempo, esto es, prolongamos la vida sin dependencia.

Fuente: Kalache, A. & Kickbusch, I. (1997): A global strategy for healthy ageing World Health, Nº 4: 4–5.
En España es el IMSERSO el principal encargado de promover y difundir este proyecto tras el convenio que firmó con la OMS en 2012.
¿Cómo se realiza esta labor? Mediante la participación directa de los propios interesados, teniendo en cuenta sus necesidades, percepciones y opiniones a lo largo de todo el proceso.
La participación requiere métodos. La sistematización y el establecimiento de protocolos es asunto clave para que esa participación sea efectiva. Si todos hablamos al tiempo no nos escuchamos. Si después de hablar nadie toma nota, no ha servido para nada… La clave para un buen proceso participativo está en la elección del método. En nuestra asociación lo sabemos bien, por ello proponemos un método para que el proceso de creación de comunidades autogestionadas sea realmente participativo y esté en manos de los interesados en llevarlo a cabo.
Pero volviendo al caso de las ciudades amigables, esa metodología se basa en la investigación-acción, con la participación de las personas mayores. Los ayuntamientos que se adhieren a la Red se comprometen a realizar una investigación previa para obtener un diagnóstico y con él elaborar un plan de acción. Éste es evaluado por esas personas mayores y proponen mejoras. El llamado Protocolo de Vancouver es el método elegido por la OMS, y aborda temas como espacios al aire libre y edificios, transporte, participación social y ciudadana, empleo, respeto e inclusión social, comunicación e información, servicios comunitarios y de salud. Trabaja con grupos focales que representen a todos (personas mayores, proveedores locales, asociaciones, empresarios, etc., pero también personas mayores de 85 años, dependientes, etc.)
En España la primera ciudad incluida en la Red fue San Sebastián (desde noviembre de 2011). Como se trata de un buen ejemplo, dejamos AQUÍ el informe elaborado por el Ayuntamiento de San Sebastián, y ÉSTE, más completo, redactado por la Fundación Matía.
En las pasadas Jornadas de puertas abiertas del CEAPAT Maite Pozo y María José Sánchez, del grupo de trabajo de IMSERSO, explicaron el proyecto de Ciudades Amigables así de bien (desde el minuto 5 al 37):
Hacer ciudad CON las personas mayores no es habitual. Es más, ni siquiera los procesos de creación de ciudad suelen contar con la participación real de las personas… Las ciudades que realmente quieran ser «amigables con las personas mayores» han de implementar procesos participativos nada habituales y dejar una buena dosis de responsabilidad al ciudadano. Los ayuntamientos, lejos de imponer, han de recibir de sus propios habitantes, en procesos más lentos de lo que al político le suele gustar. Antes que diseñar el resultado de la ciudad, se han de diseñar los procesos de participación. Se trata de un cambio de mentalidad a varias escalas. Nos costará esfuerzo pero creemos que merece la pena.