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Un espacio por derecho
La revista Crónica de la solidaridad, que edita Cáritas de Valencia, dedicó su último número a los cuidados, definidos en el editorial como “un compromiso ético con nuestros y nuestras semejantes”. La Asociación Jubilares fue una de las firmas invitadas a participar en esta publicación junto con voces tan relevantes como la geriatra Ana Urrutia.
Con la columna “Un espacio por derecho”, María Isabel Cartón, socia de Jubilares, abogó por el cumplimiento del derecho constitucional a una vivienda digna, especialmente en el caso de las personas mayores. Este es el texto íntegro de dicha columna:
La Constitución Española consagra en dos de sus artículos el “derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada” y el bienestar de “los ciudadanos durante la tercera edad” mediante “un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio”.
En el caso de las personas mayores, el incumplimiento del derecho a la vivienda es particularmente grave y una muestra flagrante de edadismo. Una vivienda digna es metáfora y materialización del espacio social que ocupamos. Privarnos y o renunciar a ella por ser mayores supone despreciar el regalo de la longevidad, precipitar la discapacidad y relegar el ejercicio de una plena ciudadanía.
¿Qué es una vivienda digna y adecuada? Puede ser una casa, un piso, una habitación (o varias) en un complejo residencial, un apartamento y zonas comunes en un cohousing, etc. Hay múltiples posibilidades siempre que nuestro hogar sea un espacio donde ejercer el derecho inalienable a la autonomía personal, a la intimidad, a desarrollar nuestro proyecto vital y a ser parte activa de una comunidad (barrio, pueblo, ciudad, país).
Afrontar el cuidado de las personas mayores desde la reivindicación del derecho a una vivienda digna es particularmente útil contra el edadismo: normaliza el hecho de envejecer al situarlo allí donde transcurren todas las etapas de la vida, nuestra casa. Toda política de cuidados seria debe partir de este derecho. También el autocuidado: asumir nuestra fragilidad presente y futura nos animará a planificar nuestro hogar y a exigir a los poderes públicos que lo garanticen con los apoyos necesarios.
El envejecimiento, un asunto global que atañe a toda la sociedad
En el mismo número de la revista de Cáritas de Valencia, la geriatra y gerontóloga Ana Urrutia concedió una entrevista en la que la abogó por “afrontar el envejecimiento como una oportunidad” y denunció el “problema oculto” de la soledad de muchas personas mayores que carecen de la autonomía y de una red social que les permita “atender sus necesidades básicas”.
Como fundadora y presidenta de la Fundación Cuidados Dignos, Urrutia subrayó la necesidad de cambiar el sistema actual de cuidados hacia el modelo de atención centrada en la persona y a abandonar actitudes paternalistas que contribuyan a infantilizar y silenciar a las personas mayores.
Crónica de la solidaridad (publicación completa en pdf)
La imagen es obra de Lucía Marhuenda para la portada de Crónica de la solidaridad (junio 2020).
El estigma de la edad
Todos queremos envejecer. La alternativa a ello no parece muy deseable… Sin embargo contar con más años tiene un coste que no solo nos recuerda amenazadoramente el espejo, sino también una sociedad donde desde hace tiempo se ensalza la juventud como un valor en sí mismo. La edad resulta así un estigma que marca en la vida laboral, en la calle, en el ámbito sanitario, en el hogar… En el debate «¿Se discrimina a los mayores?», del programa «Para Todos la2», algunos expertos aportan su visión sobre el tema. Puedes pinchar en la imagen, no tiene desperdicio:
El edadismo o discriminación por la edad es real y muchas veces pasa desapercibida. Los estereotipos asumidos de forma generalizada llevan a pensar a todos (incluidas las personas mayores) que hay temas que ya «no son propios de la edad» (Pedro Sánchez Vera señala como ejemplo el asunto amoroso), en la participación política (aunque los mayores suponen un 30% del conjunto de votantes), en lo laboral: «tienen menos competencia«, estereotipo que recuerda en el programa Antonio Bustillos.
Hoy las medidas para el empleo están dirigidas fundamentalmente a las personas jóvenes. Sin embargo el perfil tipo de la persona desempleada es mayor de 40 años, recuerda Angels Valls (Formación e inserción laboral de Caritas). La discriminación por la edad comienza temprano…
La clave es que el mercado de trabajo discrimina a las personas mayores, no porque valgan menos, sino porque cuestan más. Los jóvenes «resultan más económicos» para las organizaciones laborales. Y para favorecer esta situación se ha extendido la creencia de la «baja competencia» de la persona mayor. Se trata de «prejucios absolutamente paternalistas». Ante una situación de brecha digital se extiende la idea de que ya no eres capaz de hacer lo que hacías antes, ha bajado el nivel de competencia porque no eres capaz de adaptarte. Eso es falso.
El debate plantea un reto para la sociedad: «cada vez más ancianos, pero menos contacto generacional». El tiempo de jubilación es muy grande y uno de los grandes retos es encontrar qué aportaciones pueden realizar los mayores. Ante la gran demanda de empleo se desprecia a este segmento de la población. El problema es comprender que esto es un asunto de competencia por el trabajo, cuando el tema quizá es el de reconsiderar una sociedad en la que todas las personas tienen algo que aportar, es un derecho a reivindicar.
Existe una ideología que impera que ve a las personas mayores como «mantenidas por las personas que trabajan», cuando en realidad ellas ya aportaron muchísimo a la sociedad. De hecho su aportación económica es hoy en día el colchón que está amortiguando los efectos devastadores de la crisis. Cuántos de los mayores que se consideran ellos mismos poco capaces son los que están siendo el sustento de sus familias… Recordamos la cifra que se nos dio hace tres meses: el 60% de las personas mayores de 65 años está ayudando económicamenente a sus familiares y amigos. Es curioso, los niños y jóvenes, también son mantenidos por el resto de la sociedad, pero ésta los considera una inversión. Entendemos que se trata de una apuesta. En el caso de las personas mayores la aportación ya se hizo, es el momento de recoger los frutos de lo que sembraron. No reconocer este derecho es absolutamente injusto.
Un tema central es que «la vejez se trata como si fuera una enfermedad», y éste es un estereotipo extendido en todo el mundo. Sin embargo la mayoría de las personas mayores tiene buena o muy buena salud (80% en la actualidad). Sí enferma la sociedad cuando se asumen estos estereotipos, como ya comentamos en alguna ocasión. Las personas que asimilan los estereotipos negativos de la persona mayor tienen una esperanza de vida 7,5 años menor que el resto. No es poca cosa, por eso requerimos de una nueva pedagogía que reivindique el valor de las personas mayores, hemos de destruir esos falsos estereotipos. El objetivo es que las personas mayores recuperemos la autoestima. Además, se ha de alertar a las empresas sobre las ventajas que tiene contratar a personas mayores: «compromiso, control emocional, fidelidad a un proyecto, gran bagaje de conocimientos…» Hemos de renovar las políticas de gestión laboral, de conciliación, de flexibilidad…
Hace un par de años leíamos que «El edadismo ha sido señalado como la tercera gran forma de discriminación de nuestra sociedad, tras el racismo y el sexismo». En los últimos días hemos sabido que un 12% de las personas mayores declara sentirse maltratada. Edadismo y maltrato están bien relacionados. El edadismo es una lacra bien identificada desde hace 45 años, cuando Robert Butler, publicó en artículo titulado “Ageism (Edadismo): Otra forma de intolerancia”. En él se refería a la serie de estereotipos, actitudes negativas, y actos discriminatorios hacia el envejecimiento y el adulto mayor. Desde esta perspectiva, como bien describe Franco Mascayano en este interesante artículo sobre el tema, la vejez se vincula a una imagen social profundamente desvalorizada, a personas con múltiples limitaciones, con un alto nivel de inadaptación, y que en su mayoría presentan discapacidades físicas y mentales. En palabras del psicólogo Ángel Moreno “una etapa vital asexuada, vulnerable, decadente y regresiva”.
Para acabar con el edadismo las personas mayores hemos de tomar la palabra, somos los primeros que podemos reivindicar nuestro valor desde nuestra propia acción.